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Actualizado: 18 de junio de 2025
El día avanzaba poniendo tintes amarillentos en las aristas de las cosas haciéndolas surgir de entre la brumosidad ambiente y uno de los detalles de aquel cuadro campestre que más llamó la atención de Lorenzo, fue un perrazo bayo que se alzó de pronto sobre sus cuatro patas rígidas, levantó la cola, recta como una espada, arqueó graciosamente su cuerpo y lanzó un gran bostezo para echarse de nuevo lamiéndose los labios como si lo paladeara...
¡Qué es eso? exclamó con asombro Lorenzo, poniéndose de pie. ¿Has oído? dijo en el mismo tono Ricardo y casi al mismo tiempo dirigiéndose a Melchor, que intensamente pálido contestó, levantándose con violencia: ¡Sí!... ¡es a mí!... ¿qué habrá?...
En ese instante Lorenzo se retiró de la ventanilla y se acomodó en su asiento; Ricardo hizo lo propio, y Melchor continuó un momento esperando, deliberadamente, que ellos solos iniciaran alguna conversación, como lo hizo Lorenzo, diciendo: Linda mañana, ¿eh? ¡Hola! exclamó Melchor, sentándose a su vez y restregándose efusivamente las manos. ¿Conque ya encontramos algo lindo?
D. Paco ha ido a buscarlas y dará con ellas... Ahora está hablando otro, y dice que aquel no tiene razón. ¿Cómo entendemos esto? Otro orador usó de la palabra, pero por poco tiempo. Parece que ahora tratan de otro asunto dijo la muchacha, observando siempre . Y allí se ha levantado uno que saca un papel y lo lee. Se me figura que ese es D. Joaquín Lorenzo Villanueva, el diputado por Valencia.
En tu caso ya te lo he dicho y repetido cien veces, y es necesario que aceptes el tratamiento que te receto: te vienes con Lorenzo y conmigo a la estancia del viejo; pasamos allá una temporada, cuanto más prolongada mejor.
¡Es claro! porque evocaría en mí el recuerdo de una situación moral inolvidable, acaso me ocurriera lo mismo volviendo a ver a Baldomero. ¿Dentro de veinte años? ¡Don Lorenzo!... ¡Estaré en el otro mundo!... ¿Usted cree en el otro mundo, Baldomero?...
¡Ah!... ¡Soy una monada!... contestó éste riendo de nuevo como lo había hecho durante todo el diálogo sostenido con su amigo de la infancia Ricardo Merrick, cuyo estado moral combatía desde algunos meses, como combatía también el de otro amigo, Lorenzo Fraga, con quien conservaba desde la escuela un hondo afecto, realmente fraternal.
¡Caramba, con tu despedida! La señora me detuvo; pero estamos en tiempo, ¡vamos! Al Once, ché dijo Lorenzo al cochero y el carruaje partió. Vamos a tener un viaje espléndido... sin tierra... fresco... decía Melchor, ¡ya verán qué maravilla de vida vamos a pasar!... y ¿qué tal? Ricardo, ¿qué dices? ¿Yo?... ¡nada! ¿qué quieres que diga?
A esta capilla de Sancti Spiritus se trasladó por los años de 1523 la que con el título de S. Lorenzo habia fundado en 1298 el arcediano de Castro D. Sebastian Ruiz para su entierro y el de los señores deanes, y entonces perdió su título primitivo por el de S. Lorenzo .
Efectivamente, ni el malacara de Ricardo, ni el overo de Lorenzo parecieron darse por entendidos de la carga que tenían, pues quedaron inmóviles en el mismo sitio, sin dar señales de vida.
Palabra del Dia
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