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Actualizado: 10 de julio de 2025


Al ver esta muestra de debilidad, las amigas apretaron el asedio, enviando cada cual un argumento más o menos poderoso; sobre todo Luisa, era incansable en formar silogismos, que alternaba sin cesar con súplicas ardientes. Al fin Lolita volvió lentamente la cabeza hacia Asunción. La pobre niña seguía en la misma postura, abatida, ocultando siempre el rostro con las manos.

No, no me querrás... Dame un beso ahora... Después que te lo diga, no me darás ningún otro... Lolita se manifestó sorprendida, pero le dio algunos besos sonoros.

Aquí Asunción cesó de hablar, y Lola, que la escuchaba con tristeza y curiosidad, aguardó un rato a que continuase, y viendo que no lo hacía, le preguntó: Pero, ¿por qué me decías que después de contármelo no iba a darte más besos y todas aquellas cosas?... Al contrario, ahora te quiero más... mira como te quiero. Y Lolita al decir esto le daba apasionados besos.

¡Las cosas que le estaría diciendo el muy pícaro! interrumpió Lolita. Jacinto prosiguió impávido su historieta.

Aquí Asunción cesó de hablar, y Lola, que la escuchaba con tristeza y curiosidad, aguardó un rato a que continuase, y viendo que no lo hacía, le preguntó: Pero, ¿por qué me decías que después de contármelo no iba a darte más besos y todas aquellas cosas? Al contrario, ahora te quiero más... mira como te quiero. Y Lolita al decir esto le daba apasionados besos.

Al ver esta muestra de debilidad, las amigas apretaron el asedio, enviando cada cual un argumento más o menos poderoso; sobre todo Luisa, era incansable en formar silogismos, que alternaba sin cesar con súplicas ardientes. Al fin Lolita volvió lentamente la cabeza hacia Asunción. La pobre niña seguía en la misma postura, abatida, ocultando siempre el rostro con las manos.

Luisa, sin embargo, se resolvió a hacer lo que pretendía a despecho de su amiga, y llegándose a Lola, le dijo: Mira, Asunción tiene que decirte una cosa; ve a sentarte junto a ella. Lolita se vino hacia la melancólica niña y le preguntó cariñosamente tocándole la cara: ¿Qué tienes que decirme, Chonchita?

Al decir estas palabras, le embargó la emoción, se le anudó la voz en la garganta y rompió a sollozar fuertemente. Lolita se la quedó mirando un buen rato, con ojos coléricos, el semblante pálido y las cejas fruncidas; por último se levantó repentinamente y fue a reunirse con sus amigas que estaban algo apartadas formando un grupo.

¡Qué maldad! exclamó Lolita Sartori. Y Filomena Lorenzana preguntó: ¿Qué tal persona es ese capitán Pérez? Dándose aires de hombre de mundo, Jacinto repuso: ¡Excelente sujeto!... No lo he tratado mucho; pero lo encontré a menudo durante mis permanencias en la capital federal. ¡Frecuenta la mejor sociedad bonaerense!

La estatua de Apolo que corona la fuente del centro, recibía su postrera caricia; los lejanos palacios del paseo de Recoletos resplandecían en aquel instante como si fuesen de plata. El salón estaba ya lleno de gente. Después de discutir con violencia y de rechazar enérgicamente las proposiciones conciliadoras, Lolita se encerró en un silencio sombrío.

Palabra del Dia

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