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Actualizado: 11 de noviembre de 2025
Sí, señor; eso ha escrito. Al través de su locura un rayo de razón penetró en el pensamiento de Montiño, ó más bien un instinto de conservación. Aguantóse, dejó las cosas como los hombres y la justicia de los hombres las habían puesto; pero en medio de su locura, su conciencia, más poderosa que ella, le acusaba de aquella muerte.
Pero le restaba otra cosa que maldecir: su locura y sus vicios personales, que ahora le parecían insensatos y tan inexplicables como lo son casi todas nuestras locuras y nuestros vicios, cuando la causa que los ha provocado ha desaparecido desde hace largo tiempo.
No habéis oído hace un momento a M. de Larnac que se atrevía a reprocharles que gastaban locamente su dinero? Nunca es una locura gastar el dinero. La locura es guardarlo. Vuestros pobres, pues estoy seguro que es lo que más os da que pensar, han tenido hoy buena suerte.
No pretendió el diablo tentarles más, o don Juan quiso dejar la tentación para otro día, porque levantándose de repente, como quien se aparta de un grave peligro, se pasó las manos por el rostro, y dijo: No, Cristeta, esto es una locura... Adiós, hasta mañana; estás hermosísima y te quiero demasiado.
Belarmino, cuando andaba suelto, era un hombre de cuidado, porque de cuando en vez le atacaban ramalazos de locura, y la locura es contagiosa, sobre todo la locura impía, que es la que a él le aquejaba.
En tanto, solázate conmigo en ver a esos wazires y cadíes, que nos mandan y nos fustigan, y a esos vocingleros oradores, escritorzuelos y poetas que nos engañan y entontecen, cómo van en recua porteando sobre sus lomos la locura y lo que es peor, bajo la agradable dirección del amable Abu-el-Casín, capitán de la guardia africana.
Permaneció silenciosa largo rato, con la mirada vaga: su mirada de locura, acompañada siempre de pensamientos absurdos. Tú debes haber pegado a las mujeres dijo mirándole con curiosidad . No lo niegues. ¡Si eso me interesa mucho!... A tu mujer, no; sé que es muy buena.
Algunas mujeres subieron a ver el cadáver de la hija de Maricadalso, cuyo ataúd acababa de traer López. Era una muchacha bonita, cigarrera, con opinión de honrada. Maricadalso subía a su casa, lloraba junto al cuerpo de su hija, bajaba a gritar de nuevo, blasfemando, volvía a subir y a llorar.... Ya no parecía la Muerte sino la Locura cantando a su modo el Dies irae.
Hay algo de particularmente punzante al sentirse atacado, en medio de toda la brillantez y abundancia de la vida civilizada, por el azote de la vida salvaje: el hambre. Esto raya en locura; es un tigre que salta al cuello en pleno bulevar.
Tenía un temperamento esencialmente conservador, medroso hasta el exceso para los negocios, prefiriendo siempre la ganancia pequeña a la grande cuando ésta se logra con riesgo. De inteligencia bastante limitada, cauteloso, vacilante, minucioso. Toda empresa nueva le parecía una locura.
Palabra del Dia
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