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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Si se casaba una muchacha de la costa, célebre por su belleza, á la salida de la iglesia surgían los impíos, disparando sus trabucos y acuchillando á los hombres sin armas, para llevarse las mujeres con sus ropas de fiesta. De todo el litoral sólo temían á los navegantes de la Marina, tan audaces y belicosos como ellos.
Doña Lupe se sintió con unas ganas tan vivas de protección con respecto a Fortunata, que no podría llevarse cuenta de los consejos que le dio y reglas de conducta que se sirvió trazarle. Es que se pirraba por proteger, dirigir, aconsejar y tener alguien sobre quien ejercer dominio... Una de las cosas que más gracia le hicieron en Fortunata, fue su timidez para expresarse.
Apenas habíamos probado algunos bocados, cuando dos ó tres partidas aparecieron á distancia y trataron de hostilizar nuestro campamento, pero las dos piezas de montaña les lanzaron veinte granadas y las ametralladoras, que fueron situadas en lo alto del trasbordador de caña, completaron con sus certeros disparos la dispersión de esos grupos que á juicio de todos habían regresado al lugar de la acción con el propósito de llevarse sus muertos y heridos, que habían dejado abandonados.
Sin duda la presencia de estos viejos ha resucitado en la memoria de la muchacha la imagen de otros viejos largamente olvidados. La trémula Baucis da explicaciones. Dos días en ferrocarril. Han huído con todo lo que pudieron llevarse. Su última comida fué en la tarde del día anterior; pero esto no les aflige: los viejos comen poco. Lo que les aterra es el cansancio.
Sólo cuando vio a éste frenético llevarse el cañón de un revólver a la sien para arrancarse la vida se arrojó a detenerlo prometiendo hacer cuanto le mandase. Y he aquí cómo quedó concertado en principio aquel matrimonio horrendo. Al tener noticia los nobles hijos de Lancia de tal concierto, el mismo sentimiento de vergüenza se apoderó de todos ellos.
Poseía muchos. ¿Qué caudillo mejicano carece de automóvil?... Los más de ellos hasta tienen un coche-salón para viajar por las vías férreas. ¡Lo que puede importarles media docena de automóviles, cuando, al principio de la revolución, sólo necesitaban entrar, pistola en mano, en un garage para llevarse lo mejor de él!...
Cuando esto pasaba, sentí un vivo clamor de la naturaleza dentro de mí, sentí hambre, pero ¡qué hambre!... Francamente, y sin ruborizarme, digo que tenía más ganas de comer que de batirme. ¿Y qué? ¿Este miserable hijo de España no había hecho ya bastante por su Rey y por su patria, para permitir llevarse a la boca un pedazo de pan?
Hasta que me demuestren que tienen el derecho de quitármela, la guardaré dijo Marner . La madre ha muerto y supongo que no tiene padre: está sola en el mundo. Mi plata se fue a dar no sé dónde... No sé nada... Casi ni sé dónde estoy. ¡Pobre criatura! dijo Godfrey . Dejadme que os dé algo para comprarle ropas. Acababa de llevarse la mano al bolsillo y de sacar media guinea.
Me ha jurado muchísimas veces que si algún día la abandono me dará una puñalada por la espalda... Y yo estoy convencido de que me la pega... ¡Vaya si me la pega! profirió con exaltación. ¿No lo cree usted, D. Dionisio? ¡Qué situación, si pudiera llevarse al teatro! exclamó el bardo con voz sepulcral, saliendo de su abstracción poética.
Las mariposas blancas que revoloteaban en torno de su cabeza pegaban las alas en el sudor frío de su frente, como si quisieran tirar de ella arrastrándola a otros mundos donde las flores nacen espontáneamente, sin llevarse en sus colores y perfumes algo de la vida de quien las cuida. Las lluvias de invierno no encontraron ya a la Borda.
Palabra del Dia
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