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Actualizado: 6 de junio de 2025


La empresa, pues, del hispano-americano es mil veces más árdua; ha de tardar mucho más tiempo en llevarse á cabo; pero no es imposible que se logre. Y si algún día se lograse, ¿cómo negar que sería también mil veces más humana, más generosa y más digna de alabanza? Volvamos á Juan Montalvo y evitemos las digresiones. Poco de la vida de este escritor.

No era tan clara como la de su prima, pongo por caso, pero la tenía. Estas decisiones son demasiado graves para que se tomen sin vocación... Creo, sin embargo, que algo habrá ayudado el no llevarse muy bien con su madre... Al parecer, son genios opuestos. Esta plática sirvió para despertar aún más mi afición.

Pero no habrán, que no han de permitir los cielos que se haga tanto mal a la tierra como sería llevarse en agraz el racimo del más hermoso veduño del suelo.

El día de la partida, mientras miraba pensativa alejarse el coche que conducía a la estación a los dos jóvenes, Diana le dijo: Esta idea de Juan, de llevarse a mi hermano antes del fin de las vacaciones, es estúpida.

Observamos que la Condesa dió un paso hacia su hijo; que su semblante hermoso y venerable se contrajo, desfigurado por la ira; que extendió sus brazos; que comenzó a balbucir con locución atropellada, cual si su indignada lengua no acertara a encontrar una palabra bastante dura, bastante enérgica para tal situación; la vimos después llevarse ambas manos a la cabeza, retroceder, vacilar, apoyarse en el hombro de D. Paco, y por último, reponerse, erguirse, serenarse, mirar a su hijo con desdén, señalar a la calle, donde de improviso empezaba a oírse fuerte redoblar de tambores, y decir: El ejército se va.

También se han sublevado los hombres en la capital, intentando apoderarse de nuestro Museo Histórico. Pero el gobierno ha previsto el caso, y los sublevados, en vez de llevarse las llamadas armas de fuego, son recibidos en este momento por nuestras tropas, que emplean contra ellos las mismas armas.... ¡Otra vez disparos! ¡Gentleman, déjeme en el suelo inmediatamente!

No había entonces baterías de gas y no podía llevarse la luz por delgados tubos, como años adelante se vio allí mismo, a una altura discrecional; las humildes candilejas alumbraban lo poco que podían, desde el tablado, como estrellas... de aceite, caídas.

Estuvo a punto de perder el sentido. Suspendió el experimento y pensó si sería mejor que otro lo efectuase. Pero en tal caso no sería él quien sorprendiese el misterioso origen del pensamiento, sino el operador. Nada podría revelar por su cuenta. Además, la operación necesitaba llevarse a cabo con cloroformo: de eso estaba bien seguro.

Pero ambas amigas acostumbraban, como suele decirse, llevarse las llaves del parque, porque justamente a la puesta del sol era cuando Lucía lo encontraba más hermoso, en aquella melancólica estación otoñal. Bajos ya y moribundos los rayos solares, caían casi horizontalmente sobre los pradillos de hierba, inflamándolos en tonos ardientes como de oro en fusión.

Se le pusieron los ojos encendidos, las mejillas carmesíes. Luego se limpió sosegadamente con el pañuelo la boca y las narices, y dijo con acento campechano: Hombre, no sea usted tacaño. No se altere usted por esas miserables pesetas. Pero él no las soltó. El comerciante quiso llevarse el caballo. Tampoco pudo lograrlo. Hubo un momento de silencio.

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