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Actualizado: 6 de mayo de 2025


La voz indefinible del fabricante de conservas tuvo el honor de unirse al eterno concierto de los mares, como uno de tantos ruidos de olas que chocan o piedras que se arrastran. El viento no quiso encargarse de llevarla a veinte varas de distancia siquiera.

Su madre, alarmada por su estado de exaltación, se levantó y trató de llevarla a su dormitorio. Ven a tu cuarto, hija mía decíale , vamos a rezar. ¿Rezar? ¡madre mía! le dijo Juana con dureza . ¿Y por quién quiere que rece? ¿Por mi marido o por el otro?... ¿Quiere que sea hipócrita o sacrílega?

Después de hablar con alma humana de tan vergonzoso descubrimiento, ya no había modo de volverse atrás, esto es, de cambiar de resolución, de aplazar ni modificar la venganza. En cuanto alguien lo supiera había que proceder de prisa, con violencia; lo exigía así el mundo, las ideas del honor; él era al fin un marido burlado.... Y a ella habría que llevarla a un convento.

La cantante dijo que venía a esperar a Mochi, que le había ofrecido volver a su lado para llevarla contratada a América. No pidió nada a nadie. Vivía modestamente en su antiguo cuarto de la Oliva. La visitaban Minghetti, Körner, Sebastián y otros amigos antiguos. Bonis no la veía más que en su propia casa, es decir, en casa de su mujer. Ella no se quejaba de esta conducta.

No desconocía ella que en el fondo don Braulio tenía alguna razón al sostener que la tertulia de los de San Teódulo no era el verdadero gran mundo, no era el legítimo buen tono; pero ¿podía su marido llevarla a ese gran mundo?

Pocos secretos pueden escapar al investigador que tiene la oportunidad y la licencia de dedicarse á semejante empresa, y posee la sagacidad de llevarla adelante.

Sin embargo, mucho excitó su interés la familia de un oficial inglés, cuya esposa había llegado a bordo tan indispuesta, que fue preciso llevarla a su camarote; lo mismo se había hecho con el ama, y el padre la seguía con el niño de pecho en los brazos, después de haber hecho sentar en el suelo a otras tres criaturas de dos, tres y cuatro años, encargándoles que tuviesen juicio, y no se moviesen de allí.

Cuando murió Tellagorri, Catalina de Ohando, ya una señorita, habló a su madre para que recogiera a la Ignacia, la hermana de Martín. Era ésta, según se decía, un poco coqueta y estaba acostumbrada a los piropos de la gente de casa de Arcale. La suposición de que la muchacha, siguiendo en la taberna, pudiese echarse a perder, influyó en la señora de Ohando para llevarla a su casa de doncella.

Valeria oyó aquello como reo de muerte que escucha su sentencia; se arrodilló a los pies de la madre, le regó las manos con lágrimas, le besó el hábito, y al fin cayó al suelo desmayada. Hubo que llevarla a la enfermería, donde pasó tres días con fiebre y delirio.

Ella la visitaba casi todos los días, y eran muy contados los en que la sacaba para comer en casa, pero solas las dos a la mesa. Cuando Luz vivía a su lado, tenía que llevarla consigo en sus viajes de veraneo, por no saber dónde dejarla más segura. Pero esta atadura cortaba sus vuelos de peregrina elegante, y dejaba su paladar de cortesana a media miel. Ahora sería muy distinto el caso.

Palabra del Dia

hociquea

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