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Actualizado: 6 de mayo de 2025
No llores le dijo . Dios hará que parezca don Paco, y ni él será fraile ni tú serás monja, como no entréis en el mismo convento y celda. En suma, Juana, llorando ella también, a pesar suyo, hizo prodigiosos esfuerzos para calmar a su hija, levantarla del suelo y llevarla a que se acostase en su cama.
Cuando acabé mi fácil y breve tarea, me dijo: Ahora vuélvete, hijo mío, a tus quehaceres y a orear un poco la cabeza por la casa; y vete en la confianza de que si con lo tratado aquí entre los dos no me has quitado la enfermedad de encima, me has dado fuerzas y ánimo que ya no tenía para llevarla sin pena ni miedo hasta la misma sepultura; y esto, en mi modo de ver, vale más que una buena salud.
A la mañana siguiente se levantó un poco pálido y ojeroso, pero firme y resuelto a proseguir su obra de regeneración, a despecho de todos los obstáculos morales y materiales que surgiesen en su camino. Aquella noche de insomnio, en vez de enflaquecer su ánimo y despegarle de su empresa, le confirmó en ella, le dió alientos para llevarla a feliz remate.
De noche la acompañaba paseando por las calles más extraviadas, donde tuviera seguridad de no tropezar a algún conocido. Los domingos solía llevarla en coche a cualquier pueblecito próximo; merendaban, bebían lo bastante para ponerse alegres y regresaban con las mejillas rojas, diciéndose mil disparates deliciosos.
Pero los ruegos de su hija y la voluntad de Pepeta pudieron más, y escoltada por muchas mujeres, salió de la barraca con el delantal en la cara, gimiendo, tambaleándose, sin prestar atención á las que tiraban de ella disputándose el llevarla cada una á su casa. Comenzó Pepeta el arreglo de la fúnebre pompa.
Desquitábase cuando una que otra vez, muy rara, le consentían llevarla a la Granja. Allí se pasaba las horas en éxtasis, teniéndola sobre sus rodillas, acariciándola frenéticamente. La niña se había acostumbrado a estas violentas expresiones de cariño y las agradecía. A veces sentía su cabecita blonda mojada por las lágrimas de su amigo.
Pues, señoras manifestó don Gil, respirando fuerte, como si con el aliento adquiriera la fuerza que contra tantos y tales enemigos necesitaba: yo, señoras, respetando la opinión de ustedes, encuentro que esas procesiones son muy patéticas, muy expresivas, muy religiosas. De todos modos, ya la procesión está arreglada, y hay que llevarla acabo.
Concluida la apasionada epístola, no faltaba otra cosa que llevarla a su destino: pero, ¿cómo iba a hacerla llegar a manos de mi vecina?... ¿Valiéndome del correo? No conocía el nombre de mi deidad. ¿Comisionando al portero para que se la entregase mediante una propina de tres francos?
Apenas ha entrado al servicio de su rival, se le presenta la ocasión oportuna de ejecutar su proyecto. Don Diego se ha reconciliado otra vez con Elvira y viene á buscarla para llevarla á su casa, desde la cual puede ver una procesión solemne que ha de pasar por allí.
Y Amparo inclinó la cabeza profundamente pensativa. Como ven mis lectores, nuestra conversación no podía ir más apartada del punto a que mi amor hacia Amparo hubiera querido llevarla. Este alejamiento de nuestra conversación de mi idea fija, me favorecía ayudándome a mantenerme firme.
Palabra del Dia
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