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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Item, que el mas pobre poeta del mundo, como no sea de los Adanes y Matusalenes, pueda decir que es enamorado, aunque no lo esté, y poner el nombre á su dama como mas le viniere á cuento, ora llamandola Amarili, ora Anarda, ora Clori, ora Filis, ora Filida, ò ya Juana Tellez, ò como mas gustare, sin que desto se le pueda pedir ni pida razon alguna.
La admiración de todo el mercado la seguía a través de los puestos. ¡Así, señoreta! gritaban las vendedoras. ¡Vinga, doña Leonor! decían otras llamándola por su nombre para demostrar mayor intimidad.
La que ahora vuelve á salir á luz, merece con razon el elogio que le dá el Marqués de Mondéjar en la carta á la Duquesa de Averio, en que hace juicio de los más principales Historiadores de España, impresa por Don Gregorio Mayans al fin de las Advertencias de Mondéjar á Mariana, §. XIX. P. 114 llamándola cultísimo libro.
El sentimiento de la realidad iba poco a poco recobrando su imperio. Mas la realidad érale odiosa y trataba de mantenerse en aquel estado delirante. Un individuo de los que la siguieron se aventuró a detenerla en toda regla, llamándola por su nombre. «¡Pero qué tapadita va usted!... Fortunata». Detúvose ella ante el que esto dijo.
Después del asesinato de Valentín, Fausto se queda tan fresco, y para distraerse, se larga al aquelarre á bailar un fandango con varios brujas jóvenes, altas de pechos y ademán brioso. Margarita, entretanto, ha acudido con muchas comadres del barrio y otra gente desocupada, á ver morir á Valentín, que le echa un largo discurso, llamándola metze, coram pópulo, por si alguien no se había enterado.
No tardó el conde en fijarse en la linda muchacha, cuyo donaire y gracejo no podía pasar inadvertido, y llamándola aparte le dijo estas mismas palabras: ¿Qué haces tú aquí? Señor, estoy sirviendo de moza. Y como viera el Asistente que contestaba con turbación, añadióle: Mira que soy el conde de Puñonrostro y si no me cuentas la verdad tengo que mandarte dar doscientos azotes...
Aprovechando sus descuidos, arrojaban cosas infectas en la cesta de su comida; romperle la cazuela lo habían hecho varias veces, y no pasaban junto á ella en el taller sin que dejasen de empujarla sobre el humeante perol donde era ahogado el capullo, llamándola hambrona y dedicando otros elogios parecidos á su familia.
¿Daría usted un grito? insistió sin dejar de mirarla. ¡Vaya unas preguntas extrañas que usted hace! dijo Esperancita más ruborizada cada vez . Lo daría quizá ... o no lo daría.... En aquel momento se acercó la marquesa de Alcudia llamándola. Esperanza, tengo que decirte una cosa.... Y al pasar junto a su sobrino, murmuró muy bajo: ¡Prudencia, Pepe! Esos apartes no están en el programa.
Acercó el rostro hacia el sitio donde debía de estar la cabeza de la dama, y dijo muy quedo: Joaquina, Joaquina. No despertó. Joaquina, Joaquina repitió. Tampoco hizo movimiento alguno. Entonces la sacudió levemente por el hombro, llamándola de nuevo. La dama dio un grito y despertó despavorida. ¡Jesús! ¿Quién es? ¿Quién va? No te asustes, soy yo dijo con voz débil el mayorazgo.
Dos días después, don Evaristo no fue a verla, y en su lugar llegó el criado con una breve esquelita, llamándola. El señor había pasado muy mala noche, y el médico le había ordenado que se quedase en la cama.
Palabra del Dia
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