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La servidumbre y los amigos íntimos sabían, no obstante, á qué atenerse sobre esta cortesía. La condesa quiso ir á la romería de su parroquia. La idea de presenciar nuevamente una fiesta donde tanto había gozado cuando niña, la lisonjeaba en extremo.

Consideraba luego don Paco, y esto le lisonjeaba y le ponía muy orondo, que Juanita, ya que no le amase, se deleitaba con su conversación, le reía los chistes, le aplaudía las discreciones, y oyéndole hablar, se mostraba muy atenta y como pendiente de sus labios.

No anhelaba que la amasen más de lo que podía amar ella. La coquetería era, pues, para doña Luz un vicio ignorado y casi incomprensible. Su fallo, la propia sentencia que ella dictaba acerca de cualquiera calidad, acto o virtud de su persona, la lisonjeaba y complacía mil veces más que todo el aplauso de cuantos la rodeaban.

María Antonia Fernández se sentía atraída hacia D. Jacinto por un afecto angelical y todo del espíritu, y se lisonjeaba además de que afecto no menos puro impulsaba a D. Jacinto a venir a visitarla. Sus pláticas eran edificantes y propendían a lo místico, pero María Antonia distaba mucho de caer ni de tropezar siquiera en el error de los alumbrados.

Debo confesarle también algo que me humilla, porque quiero que usted lea en mi alma como en un libro abierto. Yo me decidí á hablar á usted de amor, no porque me inspirara desde el punto en que la vi una pasión loca, sino por motivos de vanidad; porque me lisonjeaba ser amado de una dama hermosa y celebrada en el mundo cortesano.

Superficial y vehemente, gustábanle las apariencias y exterioridades; la lisonjeaba andar en lenguas y ser envidiada, nunca compadecida. El día que dio sus pendientes de oro para la Rita, no le quedaba en casa un ochavo, y por pueril orgullo dijo a todas que tenía dinero, amenguando así el valor de su noble rasgo.

La señora Latour-Mesnil contestó con la dignidad conveniente, que la proposición la lisonjeaba, y que sólo pedía algunos días para reflexionar y tomar informes. Pero así que la embajadora hubo salido, salió corriendo en busca de su hija, la estrechó contra su corazón y se echó a llorar. ¿Un marido, entonces? dijo Juana, fijando en su madre su mirada de fuego. La madre hizo un gesto afirmativo.

En seguida, después de haberla besado: Vengo a darte una noticia... bastante inesperada... La pobre baronesa, que se lisonjeaba de tener treinta años por delante... ¡Qué! exclamo Beatriz tornando violentamente el brazo de su amiga. Se murió anoche, hija mía, de un ataque de gota al corazón... Pierrepont me envía un telegrama encargándome que te lo prevenga...

De esta suerte, en la misma gruta donde más tarde meditó Camoens, Morsamor meditaba y filosofaba, se lisonjeaba de ir por el buen camino, y, hasta cierto punto se consideraba desengañado. Morsamor, no obstante, no se resignaba a despojarse de toda ambición.

La Amparo, a quien lisonjeaba este amor frenético conocido de todo Madrid, lo desdeñaba en público y lo alimentaba en secreto. Por donde flaqueaban más los saraos de aquélla era por el lado femenino, si bien no faltaban tampoco algunas señoras de la clase media que, a trueque de pisar regios salones y verse servidas por lacayos de calzón corto, consentían en alternar con la querida de Salabert.