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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Como Angelina.... Yo he sospechado... el buen viejo sonreía maliciosamente, guiñaba los ojuelos vivarachos yo me sospecho que no le pareces a Linilla un costal de paja.... ¡Vaya! ¡Y ella, bien que te agrada! Te alabo el gusto, ¡hijito! Trabaja, trabaja con fe, con mucha fe, y cásate. Si tus padres vivieran estarían muy contentos.... Las muchachas así, como Angelina, le gustaban mucho a tu mamá.
Dice papá que está muy bonito; le ha gustado mucho, y creo que a tí te parecerá lo mismo. «Cuida mucho de tus tías, principalmente de doña Carmelita; mira que le gusta mucho que la mimen. ¿La ves así, que es tan seca y adusta? Pues sin cariño no puede vivir. «Vivo por tí y... sólo para tí, tu Linilla». Estuvo escribiendo hasta después de media noche.
He dado en pensar, cuando esto me pasa, que en esos momentos no me quieres; que no piensas en mí; que me has olvidado; que soy un cadáver en tu memoria. Y esto me aflige, me acongoja, me llena de amargura. ¿Será cierto que a veces te olvidas de tu Linilla?
«¡Ya lo ves, Linilla! ¡Y así dudas de mi cariño!... Dime: ¿haces bien en eso? ¿Verdad que no? Mira: la señorita Gabriela vale mucho, es muy buena, y a cada rato me habla de tí, y se queja de que tú no la quieras.... Estás celosa, sí, celosa, mal que te pese, y no hay motivo para ello. Por el contrario, debe ser objeto de tu cariño. Esta familia me trata muy bien.
Angelina desprendía de sus cabellos la deseada flor, y me la ofrecía por alto, como se ofrece a un niño el incitante fruto acabado de cortar. Yo me fingía enfadado: ¿Así, señorita? ¡Así, caballero! No; como tú sabes.... Linilla sonreía, besaba la flor, y me la daba. ¡Inolvidables besos! ¡Dulces besos recogidos en la corola de una rosa!
Pues bien, no fío en tu cariño.... Acaso me olvides: ojos que no ven, corazón que no siente.... Todos los sentimientos son mudables, y el amor que yo te he inspirado, amor que hoy te parece firme y duradero, mañana, cuando ya no me tengas cerca de tí, cuando la pena que hoy te abate se disipe, ese amor irá languideciendo poco a poco, se extinguirá, y aunque conserves de tu Linilla gratos recuerdos, será preciso que pongas tus ojos y tu corazón en otra mujer.
Yo me apresuré a leer la carta de doña Pepita. ¡Qué larga se me hizo la velada! Al fin me vi sola en mi cuarto, y entonces leí, y releí, y volví a leer tu cartita. ¿Por qué eres tan perezoso a tu Linilla? ¡Seis plieguitos! ¿No es cierto que ahora será más? Si no es así, voy a castigarte. Y ya verás: una hojita... y... ¡será mucho!
La conversación acerca de Linilla había sido, a mi ver, como una prueba de fidelidad, como una manifestación pública de mi amor. Linilla estaría contenta; el corazón le diría que su Rodolfo no amaba a otra; que su Rodolfo vivía sólo para ella; que su Rodolfo es incapaz de olvidarla.
Acaso no los apruebe, y sea el recuerdo mío motivo de disgusto para tí y para él. Ya me dirás eso que te apena, Linilla, Linilla mía, dime: ¿tienes secretos para mí? Dímelo, dímelo. Ya me imagino lo que es: alguna niñería.... No dirás ahora que no te escribo como tú deseas. El día que tú no me escribas como sabes hacerlo, yo, a mi vez, te he de castigar, y ¡pobre de tí! «¡Adiós, bien mío!
Dile a doña Pepilla que si tiene entre manos alguna obra grande, que me mande los avíos; que yo la ayudaré aquí; que tengo mucho gusto en ayudarla; que me sobra tiempo y puedo emplearlo en eso. Dime lo que haces, y en qué pasas el tiempo cuando sales del escritorio; dime si piensas en mí; si te acuerdas de tu Linilla que te quiere mucho, mucho, mucho, y sólo vive para amarte. ¡Adiós! Angelina.
Palabra del Dia
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