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El virrey Manso de Velazco estuvo a la altura de la aflictiva situación, y el monarca le hizo justicia premiándole con el título de conde de Superunda. Juan de Andueza, el libertino, cambió por completo de vida y vistió el hábito de lego de la Merced, en cuyo convento murió en olor de santidad.

Era cierto que aquel mocetón, frío, espiritual y fastidiado, le había intimidado siempre; sentíase inquieta cuando se le acercaba en su salón. Creyó recordar, sin embargo, que siempre la había tratado con una cortesía excepcional, dispensándola de las bromas burlescas con que gratificaba a las demás mujeres. Halagábala el pensar que era respetada por aquel libertino.

Ya lo he dicho y lo repito: el Comendador Mendoza era un impío y un libertino, y seguirá siéndolo. Nosotros iremos á visitarle para no chocar, procurando no hallarle en casa y ver sólo á doña Antonia y á su bendito marido. Primero confiaría yo á Clara al cuidado de la más vil y pecadora de las mujeres.

Este libertino platónico era tío de Isidora en tercer grado, por ser primo segundo de Tomás Rufete; y además la había sacado de pila.

El mejor fin no podría justificar los medios bajos, y no hay delación honorable. ¡Este casamiento se efectuará, pues! ¡El Cielo dejará caer una de las más nobles criaturas que haya formado, en los brazos de este frío libertino! ¡Sufrirá esta profanación! ¡Ay, sufre tantas! Luego, trataba de explicarme por qué extravío de la falsa razón esta joven había escogido entre todos á este hombre.

Cuando escribió la palabra «libertino» experimentó un dolor tan intenso, tuvo tanta vergüenza del doctor y de misma, que no pudo ya escribir más; habiéndose tendido, sin soltar el cuaderno, en la cama, estuvo llorando toda la noche y emborronó con sus lágrimas dos páginas.

El infeliz ignoraba que el dinero no es monje cartujo que gusta de estar guardado y criar moho, y que es un libertino que se desvive por andar al aire libre y de mano en mano. Mendigos ha habido, en todos los tiempos, que a su muerte han dejado un caudal decente.

Pues oiga usted se atrevió a decir la Infanzón sin mirar a su esposo ; diga usted lo que quiera, esta capilla me parece a muy bonita; y me parece en cambio muy feo profanar el templo... ¡blasfemando así de Dios y sus santos! Ea, se había cansado; quería dar la batalla al libertino y escogía, con un pudor evidente, el terreno neutral, del arte, puro y desinteresado.

Los católicos debieron quedar un poco dudosos de la importancia e idoneidad del auxilio que tan inesperadamente les venía. Pocos días después, sabiendo que el cura de la Concepción era libertino, mandó traerlo con sus soldados, vejarlo en el tránsito, ponerle una barra de grillos, mandándole prepararse para morir.

Nosotras, es verdad que no necesitamos caballeros; pero no es indecoroso que ese joven nos acompañe. ¡Oh! No atendamos tanto á las preocupaciones del mundo. Pero si á ese joven le conocen por libertino dijo Paz y le ven con nosotras.... Ante este argumento vaciló un momento la mujer mística, y casi no supo qué contestar.