Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 17 de junio de 2025


Ciertamente que en todo eso no le guiaba, sino el deseo de conciliar el derecho más estricto, con la justicia; sin embargo, no pudo dejar de pensar que, si aceptaba esta proposición la Administración central, habría de sentir él un gran placer en comunicarlo así a la señora Liénard.

Después de la comida en Rosalinda, al encontrarse de nuevo en la hospedería del Sol de Oro, ¿no había por un momento sentido la ilusión de verse a mismo apoyado de codos en la ventana de su antiguo cuarto? ¿No explicaba también esta singular semejanza la espontánea simpatía de la señora Liénard, apenas se vieron en casa de su amigo el inspector?

Regocijado interiormente por el clarísimo son de las campanas, Francisco se representaba con mayor fuerza en su imaginación a la señora Liénard sentada bajo el emparrado, con su vivacidad de gestos y su prestancia, con su amable sonrisa, con sus relucientes y oscuros ojos y con su gracia un poco silvestre.

« iba diciéndose, Miguelina se engaña: algo hay que puedo yo hacer por ese muchacho que es mío y de quien la fatalidad para siempre me separa... Puedo darle la felicidad con que sueña y que desespera alcanzar. Ama a la señora Liénard, y ella siéntese también inclinada a amarle.

Miguelina sacudió de un lado a otro la cabeza y levantó los hombros diciendo: Trabajo inútil, el inspector ha salido apenas ha acabado el almuerzo... ¡Ah! ¡no para un momento en su cuarto! Ayer se pasó la tarde en casa de la señora Liénard y pienso que hoy ha vuelto allá, pues le he visto que tomaba el camino de Rosalinda...

Durante su paseo al través de los bosques de Carboneras, Delaberge pudo fácilmente comprobar la exactitud de las observaciones hechas por la señora Liénard. Las tierras que se quería ahora dar a los usuarios de Val-Clavin, no estaban unidas al pueblo sino por antiguos caminos todos ellos en muy mal estado y que a trechos desaparecían del todo.

A propósito de sus lecturas se expresaba con una independencia, un sentido crítico y una vivacidad que encantaban de veras a ese parisiense, acostumbrado a las reticencias prudentes, a las admiraciones convenidas y a las opiniones superficiales del mundo oficinesco en que vivía. Al cabo de una hora de conversación, estaba ya encantado de la señora Liénard y se felicitaba de tan dichosa velada.

¡, como un padre! murmuró Francisco, pensando, lleno de dolor, en que estas palabras encerraban la más cruel de las ironías. Atrajo hacia a la señora Liénard, besó en silencio su frente purísima, y partió... Lentamente hizo de nuevo el camino que había hecho una tarde en compañía de Simón.

No quieras engañarme ni engañarte a ti mismo... Tengo fina la mirada y veo claras las cosas... Si has tomado con tanto empeño este asunto, no ha sido por los hermosos ojos de los usuarios de Val-Clavin, sino por los de la señora Liénard. Mamá interrumpió Simón ruborizándose un poco, calla, te lo ruego... ¿Por qué dices eso?...

Mientras caminaba hacia Rosalinda, se entretuvo en edificar una vez más ese quimérico refugio en que soñaba abrigar su edad madura. «Seguramente pensaba, enamorarse a mi edad se presta un poco al ridículo, pero no hay duda que la señora Liénard realizaría cumplidamente mis ideales.

Palabra del Dia

aconséjele

Otros Mirando