Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 18 de junio de 2025


El doctor, como si despertase de un sueño, alzó la cabeza al oír esta queja del joven y repuso: No pienses en escribirme, Amaury, pues te prevengo que no habré de admitir ninguna carta. ¡Ya lo están viendo ustedes! exclamó Leoville. Nadie te priva de escribir a Antoñita, ni nadie le prohíbe contestarte. Puedes, pues, dirigirte a ella.

No, señor, con Amaury; pero sin duda se me ha desviado el cañón y sin saber cómo el proyectil, dirigido a Amaury, ha estado a punto de matar a este caballero. El conde juzgó que era hora de tratar en serio un negocio que le parecía muy grave; así, dijo cambiando de tono: Tengan la bondad, señores, de dejarme hablar sólo unos minutos con los señores de Auvray y de Leoville.

No quiso preguntarle nada a Amaury, porque, según su modo de ver las cosas, exigíale su dignidad que le pusiera mala cara; pero Leoville no advirtió nada de esto, porque no se acordaba ya de la existencia de su antiguo amigo. El señor de Avrigny, que estaba enterado de las atenciones o interés de Felipe, le dio las gracias mientras le estrechaba la mano cariñosamente.

Por lo visto contestó Leoville si eres la reina del baile, ella es la virreina y yo he llegado tarde; me ha enseñado su carnet tan atestado de nombres que ya no había manera de añadir allí ninguno. ¿Es decir que no hay medio posible? repuso Magdalena con viveza.

¡Cómo! exclamó la joven al ver a Leoville. ¿Estaba usted ahí? No lo sabía yo. E hizo ademán de retirarse acto seguido. ¡No se vaya usted! dijo Amaury con viveza. Déjeme siquiera que la felicite; esta noche está usted encantadora. ¡Chist! repuso Antonia en voz muy baja. No diga usted esas cosas.

No se atrevía Felipe a dar crédito a la realidad, y era realmente gracioso ver al pobre muchacho en el pináculo de la dicha comunicando sus impresiones de felicidad a dos censores tan adustos, a dos rivales tan formidables como Amaury de Leoville y Raúl de Mengis.

Leoville, sin contestar, se levantó y dejándose conducir como un niño por Antonia la siguió, volviendo con ella al comedor. Sentáronse de nuevo a la mesa, pero Amaury se negó a probar bocado. El doctor quiso hacerle tomar una taza de caldo, pero fue inútil su empeño; el joven contestó que le era de todo punto imposible tornar ningún alimento y volvió a caer en su abstracción.

Ocioso es decir que por más que el modesto Felipe procuraba mostrarse humilde como nunca ante su amigo Amaury, no conseguía ser tratado por éste de otro modo que con una altivez antipática y humillante, sin que hubiese una sola atenuante a semejante actitud por parte de Leoville para con su antiguo amigo.

Es la verdad, señor conde repuso Amaury, con grave acento que yo creía ser el único conocedor de todas esas inconveniencias; pero, según veo, estaba equivocado. Siendo así, ya comprenderá usted, querido Leoville, que por más que la honra, de Antoñita está a cubierto de toda sospecha y no habrá de sufrir menoscabo por lo que el vulgo pueda suponer, acaso sería conveniente...

Y Amaury se retiró a la habitación contigua, sin que Magdalena, ocupada real o aparentemente en el arreglo del vestido, tratase de detenerle. Como aquella compostura no debía durar mucho, Leoville echó mano a una revista que encontró sobre la mesa y se puso a hojearla por puro entretenimiento.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando