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Actualizado: 3 de octubre de 2025
Nuestros generales continuó van á dejarla en tal estado, que jamás se atreverá á cruzarse en nuestro camino. Quedaba Rusia, pero sus masas amorfas eran lentas de reunir y difíciles de mover.
Pero ni aun estos hundimientos tienen tanta importancia como las rugosidades en la historia de la tierra y en la de las montañas que forman sus asperezas exteriores. Sometidas á lentas presiones seculares, la roca, la arcilla, las capas de asperón, las venas de metal, todo se arruga lo mismo que una tela, y los pliegues que así nacen forman montes y valles.
Manojos de hierbas, desplegadas como largas cabelleras, ondulan por el impulso del arroyo: agitadas por la rápida corriente se estremecen de impaciencia, y en los remansos de agua casi inmóvil, se mueven majestuosamente; pero lentas ó precipitadas en sus ondulaciones, se alejan y aproximan á la vista, á causa de sus variados tonos que cambian incesantemente del blanco mate al verde obscuro.
En Joigny, pequeña y pintoresca villa, y punto de escala en la navegacion, se verifica la confluencia del riachuelo Armanzon, con el Yona, que corre paralelo á un canal, como elementos uno y otro de vasta irrigación y de comunicaciones algo lentas pero seguras y baratas.
Además de estas causas exteriores que convierten las mesetas en montañas, verifícanse también en lo interior de la tierra lentas transformaciones que ocasionan hundimientos enormes.
Allí esperó largo rato de codos sobre el mármol de la mesa, con la garganta seca por el mucho fumar, mortificada la imaginación por la impaciencia y mirando sin cesar a un reloj colocado en la parte alta del mostrador y cuyas lentas manecillas le parecían pegadas a la esfera. El local estaba casi desierto: los parroquianos de por la tarde se habían ido, y para los de la noche era temprano.
El rio, como si quisiese cerrarle el paso á la invasion del mundo comercial hácia el corazon de la Europa, se divide, abajo de Basilea, en innumerables brazos, casi todos de muy difícil navegacion, que se juntan, se bifurcan y entrecruzan, formando un inmenso laberinto de islotes, unos desiertos y apénas medio asomando como playas, otros mas determinados y cubiertos de gramíneas, otros pantanosos y dislocados, y otros en fin revestidos de caprichosos bosquecillos de sauces que inclinan su pálido y triste follaje sobre las ondas lentas y vagarosas del rio, salpicadas de estacadas que indican los altos y bajos del lecho para mostrarle al navegante la vía que debe seguir.
Y una campana tañe a lo lejos con lentas, solemnes vibraciones. La ciudad está ya en plena vida cotidiana. Se han abierto todas las puertas; los carpinteros trabajan en sus amplios zaguanes alfombrados de virutas; van las mozas con sus cántaros a coger el agua en las fuentes de rojo mármol, donde los caños caen rumorosos.
Ruperta tomó la alpargata. Y el instrumento de muerte, terrible a los coleópteros en manos de aquel hombre, volvió a reposar suspendido en el clavo tradicional. Las horas pasaban lentas en el insomnio, rebelde al cansancio.
Hacia el fin de agosto, Juan se hallaba solo en el gran escritorio de la cristalería de Creteil. Era uno de esos días de calor deprimente, que parecen retardar el transcurso de las horas lentas. Aquella atmósfera tempestuosa, que pesaba sobre la Naturaleza, haciendo cesar el canto de las aves y el murmullo de las hojas, exasperaba los nervios enfermos del joven.
Palabra del Dia
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