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Actualizado: 26 de octubre de 2025
Se comparó a los admirables anacoretas de la Tebaida, y tuvo por seguro que en los tiempos venideros su historia sería leída en hogares y refectorios para edificación de las almas. Las religiosas de Toledo habíanle puesto en el zurrón algunos libros de mística.
Entonces el poeta animado por el tufillo de gloria que le entraba por la nariz se aventuró a sacar de la cartera una poesía que había terminado el día anterior, aunque adivinase que no era muy a propósito para ser leída en una reunión mundana. En efecto, la poesía se titulaba Mi cadáver. Era una visión fúnebre de lo que sería su cuerpo después de la muerte.
La carta, después de leída, me satisfizo, porque, sin las redundancias de las que antes había ensayado, tocaba los puntos necesarios. Era humilde y expresiva, y la inclinaba suavemente a contestarme, que era lo que yo con ansia apetecía. Paca no fue todo lo puntual que hubiera deseado.
La que gustará en todas las edades, y será siempre leída y celebrada, será la que trate sólo de crear la belleza, ya con elementos de la vida vulgar, ya tomando para elementos las ideas, las doctrinas y las creencias que mueven la mente del autor y la mente de los otros hombres.
Firmaba esta carta con un nombre supuesto, no ponía en ella fecha ninguna, y encargábale mucho quemarla después de leída y aventar luego las cenizas.
Esta Obra debe ser leida para saber muchas cosas de los Filósofos Griegos, que no se hallan facilmente en otra parte; pero conviene saber, que los argumentos con que quiere Sexto Empírico patrocinar el Scepticismo universal, demas de la nimia prolixidad, son muy superficiales y de poco momento, como lo conocerá quien quiera que le lea con atencion.
De modo que leída la primera de sus cartas de usted pensé: «Ya lo sabía», y en cuanto vi a la señora De Nièvres comprendí que se trataba de ella. En cuanto a mis procederes juzgaba que era difícil, pero no imposible dirigirlos.
Estaba el salón de bote en bote, como decirse suele; pero figurando en los bancos de preferencia, inmediatos a la comisión, el señorío, o sea la gente de levita, aunque allí la gastaban casi todos. Abierta la sesión, y después de leída la exposición de razones que se elevaba a la consideración del Gobierno, dijo el presidente: Creo, señores, que en esto todos estaremos conformes.
Pero después, cuando Muñoz llegaba a su presencia, ávido y tembloroso de la felicidad leída, todo el encanto se mudaba en decepción. Entonces se complacía en hacerle sufrir y de sus lindos labios sólo salían palabras de burla. ¿Por qué le preguntaba Muñoz desesperado por qué no es usted la Adriana de sus cartas? Ella, sin responder, sonreía vagamente.
El dejo que en el ánimo de ellos debe de quedar después de leída la novela no es desconsolador ni depresivo, sino que está lleno de suave y religiosa consolación y de la moralidad más verdadera y más alta. Yo creo que la novela del Sr. Montoto realiza cumplidamente el mencionado fin.
Palabra del Dia
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