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Actualizado: 11 de junio de 2025
Aunque de ésta como de otras muchas de nuestras CARTILLAS, se han hecho traducciones y reimpresiones que abundan en el mercado á precios sumamente bajos; en nuestro deseo de completar la serie de CARTILLAS, que venimos publicando desde hace muchos años, y de hacer una edición legítima y completa, de una buena traducción castellana, hemos dispuesto llevar á cabo la de ésta obrita, que está ilustrada con mapas y arreglada á los Planes de Estudios de España y de la América española.
Los bárbaros decían: «Nada de hijas ante los hijos,» lo que no es justo añadí con convicción. Eso es un detalle dijo el cura en tono doctoral. ¿Y qué pasó después de la conquista? Una cosa muy sencilla, señor cura. Los dueños del suelo, en plena y legítima posesión de sus bienes, no tuvieron más que un deseo, asegurar la conservación de esos bienes en toda su integridad a una descendencia única.
Siendo Nucha tan buena para mujer de un hombre, mejor sería para esposa de Cristo; y las castas nupcias dejarían intacta la flor de su inocencia corporal, poniéndola para siempre al abrigo de las tribulaciones y combates que en el mundo nunca faltan. Esto de los combates le recordaba a Sabel. ¿Quién duda que su permanencia en casa era ya un peligro para la tranquilidad de la esposa legítima?
D. Joaquin Griera, se dijo: Que habiendo espirado la legítima autoridad, el pueblo reasume los derechos primarios que tuvo para conferirla; y que entretanto se forma una Junta sábia, recaiga la autoridad en el Exmo. Cabildo, teniendo en las materias de gobierno voto decisivo el Sr. Sindico Procurador actual, á quien por su idoneidad y conocimientos lo nombra del modo que puede. Por el Sr.
Disculpadme, señor intendente, es muy honroso para la mujer de un pobre guardabosque ir a la aldea así, en compañía de su amo, pero es preciso pasar allá por la pequeña huerta para comprar lino para la cortijera que me espera a las nueve. Está bien, Catalina, os doy los buenos días. Pasado mañana, el aya os hará saber que va a ser la esposa legítima de Mathys.
Una voz íntima le había dicho, poco más o menos: «Zapatos, siete duros; abrigo, setenta duros; medias de seda, seis duros; sombrero, veinte duros; manguito de legítima nutria, qué sé yo cuántos duros»... etc., etc., y estas etcéteras ascendían a mucho; por lo cual se decía don Juan: «Sí, ella todo lo vale; cualquiera que tenga buen gusto se gastará en contentarla el oro y el moro; pero ¿y el chiquillo?»
Hasta en los Estados Unidos país donde las mujeres ejercen una enorme y legítima influencia creen algunos, equivocadamente, que mi novela es á modo de una sátira del feminismo norteamericano. Como EL PARAÍSO DE LAS MUJERES ha sido traducida ya á varios idiomas, me decido á publicarla igualmente en español, aunque no pensase en ello cuando la escribí.
Conozco muy bien al distinguido bibliotecario, y aunque le considero con facultades para obstruir cualquier pasillo, no creo que jamás haya puesto sus felices condiciones físicas al servicio de una tan flagrante injusticia. De todas suertes, es bueno, sin embargo, dejar apuntado que he visto a algunos académicos calificar su legítima influencia en la Corporación de «funesta e insufrible tiranía».
Complacido quedó el modesto artista al oir aquellos espontáneos elogios, y no menos al pensar que en la vida no todo eran rencores, luchas, crímenes y engaño, sino que podía ofrecer también momentos de legítima satisfacción.
Sin embargo, esto no sería otra cosa que una inducción más o menos legítima. Al cabo calló. Sintió un fuerte calor en la garganta, que le invadió instantáneamente el rostro y la cabeza. La lengua no quiso trabajar. Experimentaba una impresión de engrandecimiento físico de todo su ser. Sobre todo, la cabeza crecía, creía de un modo tan desmesurado, que apenas podía con ella.
Palabra del Dia
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