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Actualizado: 6 de julio de 2025
Melchor veía en el semblante de Lorenzo y en la vaguedad melancólica de su mirada, el reflejo de lo que pasaba por su espíritu; pero esta vez le atribulaba menos, porque el asentimiento obtenido de él para hacer el viaje que realizaban y permanecer en el campo algún tiempo, lo había considerado fundadamente como un gran paso hacia su curación, en la que estaba leal, sincera, hondamente interesado.
No, por cierto; prefiere ir de levita y en su carricoche de dos caballos ... ¿Prestaría su perro? Puede que sí ... y puede que no. ¡Vaya usted, Rouet, dijo la señorita Guichard, y haga buena guardia ... Se volvió hacia Bobart y dijo: Este es un ser absolutamente estúpido y no le creo leal. ¿Qué confianza puedo tener en él? ¡Por veinte francos me haría traición!
D. Salvador o D. Condenador, que yo no he hecho daño a ningún ser nacido, y cuando Dios me tome cuentas, no se presentará ni un mosquito, ni un miserable mosquito, a decir: «ese hombre fue mi enemigo». Está bien. Esto es muy serio, y así yo quiero una explicación categórica, leal, terminante, para tranquilidad de mi espíritu. ¿Y esa explicación debo darla yo?
Ayudaba a esto el tiernísimo amor que Jacinta le tenía, pues allí sí que no había farsa, ni vil interés ni estudio. Era, pues, para el Delfín una dicha verdadera y casi nueva volver a su puerto después de mil borrascas. Parecía que se restauraba con un cariño tan puro, tan leal y tan suyo, pues nadie en el mundo podía disputárselo.
Se preciaba de bien nacida, de leal en sus tratos, de fiel a sus compromisos y de tener una conciencia tan escrupulosa y estrecha, cuanto su profesión consentía.
Esta última palabra fue para la marquesa de Villasis un rayo de luz que le descifró el enigma: cruzó las manos con un gesto de ira, de sorpresa, de lástima profundísima, de compasión sin medida... ¡Luego era verdad, luego era cierto el chisme que varias veces había llegado hasta ella de que el noble Butrón, el leal caballero, el correcto diplomático, maltrataba con frecuencia a aquella esposa modelo, aquella ilustre señora, aquella débil anciana que sollozaba allí, ocultando la vergüenza de su marido en el fondo de su pecho, envuelta en su propia desdicha!...
Ved lo que hacéis; la vanidad es tentadora; hoy podéis ser hidalgo reservado, ser leal, de buena fe... mañana acaso... Ningún secreto tengo que reservar.
Uno sólo se ganó desde luego su confianza; uno sólo le pareció elegante, distinguido, noble por completo, discretísimo, ilustre, ameno, dulce y leal: el Conde de Alhedín.
Y allí, ¿qué decían de él? preguntó la devota, abriendo á San Juan Crisóstomo. ¿Qué decían? contestó la huérfana, mirando la labor lo más de cerca que le era posible. Decían que era un joven muy leal, muy generoso, muy bueno y de mucho talento. Sí, ya se conoce que es un joven de buenas prendas dijo la de Porreño, abriendo á San Juan Crisóstomo. ¿Y tiene padres?
Estamos a 20 de Febrero. No, no se descuide usted... que a lo mejor podría verse sorprendida... Estas cosas deben prepararse con tiempo. Tomando una actitud galante, añadió: «Porque yo me intereso vivamente por usted en todas las circunstancias, en todas absolutamente. Soy el mismo Segismundo de siempre y cuando usted necesite de un amigo leal y callado, acuérdese de mí...».
Palabra del Dia
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