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Actualizado: 7 de junio de 2025
«Como ellos yo moriré, «Y en la tierra de mi fosa «¿Qué alma verterá piadosa «Una gota de dolor? «Y cuando en algun camino «Bajo los años sucumba «¿Quién dará para mi tumba «Una limosna por Dios!» Cesa, cesa en tus lamentos Cabo lleno de laureles, Que hay olvidos mas crueles Que los que llora tu voz: La República Argentina Bajo el yugo de un tirano Pide al mundo americano Una limosna por Dios!
Joven bardo que encerró poesía en pagodas de marfil y de plata: templa el sistro de celeste armonía y tus sáficos cantares desata... Suelta al trote tus gallardos bridones y que escalen la altitud tus corceles, al concierto de modernas canciones, bajo un arco de floridos laureles.
Donna Olimpia ha querido que nuestra separación sea súbita y por sorpresa para ahorrarnos a todos el trance desgarrador de la despedida. Ella desea que Morsamor alcance grandes victorias, triunfos y laureles en la India; entiende que para esto perjudicaría a Morsamor si le siguiese y por eso le deja. Si él por un lado, ella también separadamente por otro, puede vencer y triunfar sola.
I si la fortuna mira con agradable i risueño semblante á los enemigos i nos arrebata los laureles de la victoria, morirémos matando. Vosotros sois los descendientes de aquellos godos terror de Roma: vosotros sois los descendientes de aquellos godos espanto i admiracion del orbe: vosotros en fin sois la flor i la gloria de España.
Al oír Morsamor aquel relato, reflexionó melancólicamente que los laureles incruentos que él había imaginado acaso eran imposibles en aquella edad en que él vivía. Pensó que sin duda era menester regarlos con sangre: que el temple de voluntad de quien los cultivase había de ser como el del acero y las entrañas como las del tigre.
El jardín, que se extiende entre los cuatro pórticos del claustro, mostraba en pleno invierno su vegetación helénica de altos laureles y cipreses, pasando sus ramas por entre las verjas que cierran los cinco arcos de cada lado hasta la altura de los capiteles. Gabriel miró largo rato el jardín, que está más alto que el claustro.
Amén. Nuestra Señora de la mañana: tú, que deslíes sobre las nieblas tu suave grana; tú, que te enjoyas de mil rubíes; tú, soberana, que te sonríes como una dulce Fata Morgana, pon en mi lengua sabor de mieles y una sonrisa bajo mis labios. No me des nunca laureles sabios... Odio lo amargo: gloria, laureles.
Brindo, señores, finalmente, por lo que es primero en nuestro corazón, por la Patria; por la independencia y por la República, por esta Patria cuyas grandezas todos anhelamos; por que no la veamos de nuevo atormentada por la miseria y por el sufrimiento, sino llena de luz vestida de laureles y coronada por la civilización.
Uno de ellos, viejo escultor cargado de laureles, le dijo un día contemplándole con admiración: ¡Qué joven ha subido usted al pináculo de la gloria! Yo no he ganado primera medalla hasta los treinta y seis años de edad y usted la consigue a los veinticinco. Aún no la he ganado, señor se apresuró a decir el joven, avergonzado. ¡Bah, bah! exclamó el gran escultor haciendo un gesto de indiferencia.
Se adorna con la sangre que el querindango de su tío chupa de los pobres. Y de las rejas de las Claverías altas, que daban sobre los tejados, salía siempre alguna voz entonando la antigua copla, inspirada sin duda por el jardín de la catedral: Las amas de los curas y los laureles, como nunca dan fruto siempre están verdes.
Palabra del Dia
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