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Actualizado: 7 de junio de 2025


Ya no será un hombre que nada tiene laudable; sino una persona que dotada de mucho bueno, está sujeta á lo malo.

Rosas ha perseguido a los ladrones de ganado con igual obstinación que a los unitarios. Implacable se ha mostrado su Gobierno contra los cuereadores de la campaña, y centenares han sido degollados. Esto es laudable, sin duda; yo sólo explico el origen de la antipatía.

Que el mundo exista y no exista á un mismo tiempo, que Dios sea y no sea, que la blasfemia sea un acto laudable, y otros delirios por este tenor, es claro que no caen bajo la accion de la omnipotencia; y, como observa muy sabiamente santo Tomas, mas bien debiera decirse que estas cosas no pueden ser hechas, que no que Dios no puede hacerlas.

Y si no es más laudable, es mil veces más asombroso el mágico saber de los mahatmas, que no puedo negar, porque de él he sido testigo. ¿Pero en lo fundamental, hay progreso acaso o hay mejora en Europa, en la India o en la China? Yo sospecho lo contrario.

Verdad es, que procuró honradamente desquitarse aplicándose con laudable asiduidad a los goces propios del soltero.

Por lo mismo, y cediendo a un laudable sentimiento de conservación propia, voy a meterme de nuevo en la cama y a buscar la vida en el sueño. Porque, si la vida es sueño, el sueño debe ser vida. Y esto es tan exacto, como que, si la vida del hombre son las ilusiones, nada más comparable a la vida que el hermoso sueño de un sediento que cree estar echado de bruces sobre una fuente cristalina;

Y quiero en mi rostro sentir de los vientos ósculos ardientes que sepan de amor, y en mi mente loca tejer pensamientos tan bellos que halaguen mi alma, mi alma en flor. Porque necesito decirme a mismo que el dolor no existe, que es pura ilusión, que sólo germina el laudable altruísmo de todos los hombres en el corazón.

Nueva edición de la famosa fórmula: «Teníamos tomada casa en San Sebastián; pero...». La otra solía decir con laudable franqueza: «Nosotros esperamos a los trenes baratos de Setiembre».

Era nuestro barón hijo único y mimadísimo por su mamá, que vivió en éxtasis delante de él desde el momento en que abrió los ojos a esta pícara vida; tiernamente hubo de sonreír aquella buena señora al saber las primeras calaveradas de su niño, contribuyendo por su parte; con laudable empeño, a hacer de su pimpollo el insoportable señorito que retratando vamos.

Cuando el anciano se aleja, llega el verdadero Don Félix: Lisardo le refiere lo sucedido, y el objeto laudable que lo guiaba, pero su amigo apenas lo escucha por haber recibido un billete de Laura, dándole una cita secreta; igual invitación recibe también Lisardo de Clara, y uno y otro no piensan en otra cosa que en la dicha que les aguarda.

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