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Actualizado: 19 de octubre de 2025


Le repugnaba ir á reunirse con aquella mujer y al mismo tiempo se sentía arrastrado por su curiosidad. Presintió que si se alejaba sin hablarla quedaría para siempre en una incertidumbre torturante, lamentando el resto de su existencia no haberse enterado de si Elena vivía aún ó estaba muerta.

Estos, por cariño espontáneo y por indicaciones de sus padres, acariciaban a todas horas con besos y arrullos gatunos a la hermosa tía y al tío generoso y popular. Encarnación, tan gruesa como su madre, con el vientre flácido por la incesante procreación y la boca un poco bigotuda al entrar en años, sonreía servilmente a su cuñada, lamentando las molestias que la daban los niños.

15 Los mercaderes de estas cosas, que se han enriquecido por ella, se pondrán lejos de ella por el temor de su tormento, llorando y lamentando, 16 Y diciendo: ¡Ay, ay, aquella gran ciudad, que estaba vestida de lino finísimo, y de escarlata, y de grana, y estaba dorada con oro, y adornada de piedras preciosas y de perlas! 17 Porque, ¡en una hora han sido desoladas tantas riquezas!

¡Herido! exclamaba el padre con amargura, lamentando que no fuese cierto . Eso es para los toreros de verdá. Echale unos puntos a la taleguilla y veas de lavarla... ¡A saber cómo la habrá puesto este ladrón! Pero a los pocos días, el tabernero recobraba su confianza. Una mala tarde cualquiera la tiene.

Los automóviles llegaban y partían con mayor rapidez; se notaba desorden y azoramiento en el personal. Sonaban los teléfonos con una precipitación loca; los heridos parecían más desalentados. El día anterior los había que cantaban al bajar de los vehículos, engañando su dolor con risas y bravatas. Hablaban de la victoria próxima, lamentando no presenciar la entrada en París.

Tambien los viejos claman, suspirando, Los mozos allí miran hácia el cielo, Las damas y doncellas lamentando, Cubrian con sus lágrimas el suelo: Los tiernos machachuelos sollozando, Publican su dolor y desconsuelo, Por esto fué Candish desbaratado: Que el justo nunca fué desamparado.

Para esto había nacido ciertamente; pero en ella, como en nosotros los hombres, la predestinación continuaba siendo una vana palabra. Estaba la pobre en el corral, lamentando su suerte, con la vista fija en el cielo, sin más distracción que ver agitados por el viento los blancos festones de su ropa inmaculada, y diciendo en la ignota lengua de las plumas: «No cómo aguanto esta vida fastidiosa.

En este mundo no había que buscar la felicidad, la tierra no era el centro de las almas decididamente. Por todo lo cual lo más acertado era morirse; y así, el redactor, que había comenzado lamentando lo solos que se quedaban los muertos, concluía por envidiar su buena suerte.

A pocas leguas del castillo de Arbogad, se encontró á orillas de un ríachuelo, lamentando siempre su suerte, y mirándose como el epilogo de las desdichas humanas. Vió un pescador acostado á la orilla, que con desmayada mano retenia apénas sus redes que iba á dexar escapar, y alzaba los ojos al cielo. Por cierto que yo soy el mas desdichado de todos los hombres, decia el pescador.

Tarríus sacó el Monasterio á pública subasta. Napoleón III quiso adquirirlo; pero los periódicos hablaron mucho sobre el particular, lamentando que la cámara mortuoria del vencedor de Pavía pudiese ir á parar á manos francesas. Entonces, animados de un sentimiento patriótico, reuniéronse algunos títulos de Castilla, y acordaron comprar á Yuste, costare lo que costare.

Palabra del Dia

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