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Actualizado: 26 de junio de 2025


La guerra en Macedonia le tocaba de cerca, como catalán. ¡Vamos á vengar á Roger de Flor! dijo gravemente. Y su tío sintió deseos de llorar y de reír ante esta fe simple, sólo comparable á la memoria retrospectiva del poeta Labarta y del secretario de pueblo que lamentaba todos los días la remota derrota de Ponza.

También hablaba de familiares de la Inquisición, recordando a los curas gordos y morenos que salían de la iglesia, en busca del casero chocolate, luego de decir su misa. Se lamentaba un joven belga, al que muchos llamaban «barón», de las calles en cuesta y de los coches. ¡Ni un solo automóvil!... Las mujeres, asomadas a las ventanas como odaliscas.

Así lamentaba yo, en tanto que mi solícito carpintero con muchos clavos y tablillas dio fin a sus obras diciendo: "Agora, donos traidores ratones, conviéneos mudar propósito, que en esta casa mala medra tenéis." De que salió de su casa, voy a ver la obra y hallé que no dejó en la triste y vieja arca agujero ni aun por donde le pudiese entrar un mosquito.

Una mujer lamentaba algo peor que la muerte: «¡Mi hija!... ¡Mi pobre hijaSu mirada de odio y de locura denunciaba la tragedia secreta; sus alaridos y lágrimas hacían recordar á la otra madre que gritaba lo mismo en el castillo.

Antes de la primera palabra de saludo, sus ojos formulaban siempre la misma interrogación... «¿Cuándo conseguiría el permisoEl grande hombre lamentaba la indiferencia de los militares con el elemento civil. Siempre habían sido enemigos del parlamentarismo. Además, Joffre se muestra intratable. No quiere curiosos... Mañana veré al Presidente.

"Y no quieren ver en sus casas hombres virtuosos; antes los aborrescen y tienen en poco y llaman nescios, y que no son personas de negocios ni con quien el señor se puede descuidar. Y con éstos los astutos usan, como digo, el día de hoy, de lo que yo usaría; mas no quiere mi ventura que le halle." Desta manera lamentaba también su adversa fortuna mi amo, dándome relación de su persona valerosa.

Sus ojos miraban, para ver lo que no veían los otros, sus manos poseían un tacto sobrenatural, mientras su boca iba emitiendo, con acento de sinceridad, errores y exageraciones equivalentes á grandes mentiras. El rudo Pierrefonds lamentaba estos excesos de «la loca de la casa», pero no por ello compadecía á su maestro. Todos los genios fueron así.

Algunas noches, á la hora en que los faros empezaban á perforar la sombra naciente con sus primeras puñaladas de fuego, sentíase melancólico, y olvidando la diferencia de edad, hablaba á su sobrino como si fuese un compañero de navegación. Lamentaba no haberse casado... Ya tendría un hijo como Ulises.

Magnífica ocasión para el hombre que tanto se lamentaba el día anterior, que puede meditar y decir: «Mi suerte es más suave

Y no estaba muy en contra de esto que llaman el espíritu del siglo, aunque lamentaba que la aristocracia española careciese de espíritu de clase, y fuese, por lo tanto, incapaz de ser contada como un elemento político, por más que, considerados aisladamente, no valgan menos bastantes individuos de los que a ella pertenecen que muchos de aquellos que se encaraman a las más altas posiciones y mandan y gobiernan, partiendo desde los más humildes puntos de la esfera social.

Palabra del Dia

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