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Actualizado: 9 de mayo de 2025


La carta de Coletilla fué recibida en los primeros días de Septiembre de 1821, en que ocurren los primeros acontecimientos que hemos referido. Poco después de la lamentable escena de la barbería y de la entrada del militar en la casa de Clara, ocurrió el viaje de Lázaro á Madrid. Clara no lo supo antes del día en que debía llegar.

Es preciso tomar precauciones. ¿Quién me persigue? Fácil es comprender que habrá personas disgustadas por lo que hizo usted anoche. Esas personas le persiguen á usted; yo estoy seguro de ello. Ya comprendo repuso Lázaro. ¿Pero qué me importa? Hay que tomar precauciones, porque si se vengan, será de un modo terrible. Mucho cuidado.

Si la virtud pudiera ser orgullosa, nos sería dado envanecernos; pero hemos, de unir a la bondad la mansedumbre, y por altivo nos está vedado el orgullo, como por pueril la vanidad. »Ya ves, Lázaro, qué hermosa perspectiva se te ofrece a la vista.

¿Por qué salió usted á estas horas estando así? Me ahogaba, y he tenido que salir á respirar el aire. Pero usted llora. Por Dios, ¿qué tiene Usted? La enferma no contestó. ¿Está usted muy enferma, muy enferma? continuó Lázaro. dijo ella de un modo imperceptible. ¿Hace mucho? Hace poco. Señora, retírese usted, yo se lo suplico. Sus manos parecen de fuego, su frente quema.

Para ti no hay amorLa voluntad sofocó el grito de la imaginación, tantas veces culpable a despecho de la conciencia, y Lázaro salió de aquél cuarto para tornar al suyo, como quien vuelve de los encantos de un sueño al rudo contacto de la realidad. Se encerró cual si tuviera miedo, atrancó cuidadosamente el balcón, y sin hacer ruido fue alzando la trampa que ocultaba el hogar de su chimenea.

Lavóme con vino las roturas que con los pedazos del jarro me había hecho, y sonriéndose decía: "¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud." Y otros donaires, que a mi gusto no lo eran.

Señores, aquí tenéis á mi amigo, al grande orador del club de Zaragoza, mi amigo y compañero. Los demás jóvenes, tanto viajeros como visitadores, rodearon al aragonés. Expliquemos. Cuando Javier estuvo en Zaragoza, trabó amistad muy íntima con Lázaro.

Entre tanto, distraía sus impaciencias con los hechizos de una nietecilla que Dios le había dado, y era la criatura más hermosa que había nacido de madre. Andábase a la sazón en proyectos de llevarla a Sotorriba, para que la conociera su otro abuelo, don Lázaro, cuyos achaques le impedían salir de casa.

Lázaro buscaba la verdad en todas partes; en los grandes escritores paganos, como en los Padres de la Iglesia; en los heresiarcas más ilustres y los ortodoxos más severos; en los mantenedores del sentimiento religioso y en los descreídos pensadores modernos.

Lázaro la dejó acercarse, parado en lo alto de un repecho, y al cabo de unos cuantos minutos vio clara, distintamente, lo que en un principio miró sin acertar qué era.

Palabra del Dia

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