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Actualizado: 27 de octubre de 2025
Aunque como enojado, denegrido Se mostraba en el rostro, que la saña Asi turba el color como el sentido. Airado contra aquellos mas se ensaña Que nadan mas, y saleles al paso, Juzgando á gloria tan cobarde hazaña. En esto, ó nuevo y milagroso caso, Dino de que se cuente poco á poco, Y con los versos de Torcato Taso.
Yo le rechacé con furia; pero don Paco pudo suponer, y de seguro supuso, que mi furia era fingida porque él había entrado y porque yo le había visto y trataba de aparentar inocencia. ¿Sabes tú lo que yo temo? Pues temo que don Paco, juzgando una perdida a la mujer que era objeto de su adoración, se ha ido desesperado sabe Dios dónde.
Veo que eres el prototipo de los hombres de nuestro siglo, que creen poseer la ciencia infusa; que con pasarse una hora por la mañana en la Cámara, otra en la Sorbona por la tarde y otra en el teatro por la noche, se consideran capaces de eclipsar la gloria de Mirabeau, de Cuvier y de Geoffroy, juzgando todas las cosas desde la altura de su ingenio y dejando caer con desdén sus fallos de salón en la balanza donde se pesan los destinos de la humanidad... ¿Conque ayer te felicitó el ministro? ¡Enhorabuena!
Estas y otras muchas cosas dice en su relacion; y se asegura que murió poco há. Añádese á esto lo que cuenta una cautiva, que llevada á muy distantes tierras, hácia el sud-oeste, encontró unas casas, y en ellas gente blanca y rubia; y que estando ella muy alegre, juzgando ser gente española, se le ahogó todo el contento, viendo que no les entendia palabra.
En el campo como en París, dejaba raras veces pasar una semana sin ir a ver a Beatriz, arrostrando denodadamente para llenar tan sagrado deber de amistad, las temibles iras de la señora de Montauron, quien temía, juzgando por varias apariencias, que la amable persona no viniese a ser un obstáculo para el deseado casamiento de su sobrino.
Hallábase tan acongojado, que la frase se le retortijó en la garganta, y juzgando que más que las palabras serían elocuentes las actitudes, se hincó delante de su ahijada, y le tomó las manos para besárselas, y luego que pasó un rato en estas mímicas, conmovidos ella y él, pudo articular Relimpio estas palabras: «Niña mía, no des ese paso, detente...
Llamaban con las mantas que traian Ceñidas á los cuerpos, no cesando De dar voces, diciendo, que querían Ponerse nuevos nombres peleando. Mas viendo que los nuestros ya salían, Al alto se volvian retirando, Juzgando por mejor un alto cerro, Y el sueño, como dicen, fué del perro.
Perdóneme usted que la moleste, querida amiga dijo juzgando de una ojeada la situación, pero la culpa la tiene un sueño, un estúpido sueño... He soñado que se había usted torcido un pie o que le había pasado algo que le impedía atravesar la plaza... Sería un contratiempo lamentable, pero nadie está obligado a lo imposible... Debe usted de reírse de mi credulidad... Perdónemela usted... Si soy tan indiscreto es con buena intención... Voy ahora al castillo, y en el caso de que tuviera usted que darme alguna comisión... nadie duda de la palabra de un notario...
La razón de ella era que Calderón no perdonaba a su esposa la apatía, la pereza, juzgando estos vicios como verdaderas calamidades, considerándose muchas veces desgraciado por haberse unido a una mujer tan holgazana. No es que el trabajo de ella importase poco ni mucho en su casa; pero su temperamento de trabajador infatigable se revelaba en presencia de otro tan diametralmente contrario.
Váyase usted al rábano con sus Conjuntos y sus papás, le dijo Torquemada echando lumbre por los ojos.» Bailón no insistió; y juzgando que lo mejor era distraerle, apartando su pensamiento de aquellas sombrías tristezas, pasado un ratito le habló de cierto negocio que traía en la mollera.
Palabra del Dia
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