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Actualizado: 12 de junio de 2025
«Oh, no; no quería volver a empezar. Ella era de Jesús, lo había jurado. Pero el enemigo era fuerte, mucho más de lo que ella había creído. Otras veces había desafiado el peligro; ahora temblaba delante de él.
Eso es bueno para los desgraciados... para cerrarles la boca cuando la miseria les hace gritar demasiado fuerte... Dios, los curas y los ricos, se entienden muy bien... Yo no quiero cura... no quiero... He jurado que ninguno se acercaría a mí... y quiero cumplir mi promesa... ¿A quién ha hecho usted tal promesa, pobre mujer? ¿A quién?...
Ignoro lo que ha sido del desgraciado Gerardo Broschi... no le he vuelto a ver después de la muerte de su hijo; pero si entretanto pareciese... aun cuando yo no exista... toda esta fortuna es suya... ¡El sólo es el heredero de su hijo! Fernando, y tú, hermana mía, no lo olvidarán... Me lo han jurado, y gracias a esta promesa, puedo aceptar sin temor todas las condiciones del duque de Carvajal.
Y decía la verdad, porque pocos días antes, estando junto al pueblo para sus acostumbradas devociones, bajó al Tabernáculo el diablo Cozoriso, y con semblante triste y melancólico, le avisó de la venida de un enemigo suyo jurado que le había desterrado de otros países, trayendo en la mano una cruz, que era la ruina de su religión; y diciendo esto, prorumpió en un copioso llanto, como compadeciéndose de sí mismo, que ¿á dónde iría en partiéndose de allí? ¿Dónde podría con seguridad repararse para no ser desalojado?
Dicen en el ejército que Enrique de Trastamara puede lanzar contra nosotros cuarenta mil soldados, sin contar las lanzas francesas de Duguesclín y que todos ellos han jurado morir antes que ver á Don Pedro otra vez en el trono de Castilla. Pero nuestro ejército es también numeroso y aguerrido. Veinte y siete mil hombres por junto y en tierra extraña.
El Mapono se hubo de volver loco de dolor al ver esta determinación tan resuelta del capitán, de que no le pudo apartar con toda la fuerza de sus palabras diabólicas; habló con grande energía á los soldados para que ejecutasen el orden como el demonio quería, porque si no saldrían vanas todas sus diligencias y se escaparía de sus manos aquel enemigo jurado de su Dios.
Yo hubiera jurado que había un centenar de esos animales alrededor nuestro. Torné a salir al corredor con la seguridad de ver sus ojos fosforescentes entre las sombras de la arcada; pero nada se veía.
Solamente por una concesión sentimental del Jurado, hecha al buen aspecto del acusada, á sus protestas, á sus lágrimas, á la admirable dignidad de la declaración de su madre y á la respetabilidad de la familia, ese pobre diablo logró salvar la cabeza. Sin eso, se iba á una sentencia de muerte, y el tribunal tenía una convicción tan cerrada, que no hubiera rebajado la pena.
En Mayo pusieron preso en la Carcel de la Audiencia á don Silvestre de Guzmán, Diputado por la ciudad de las fiestas del Corpus, por un lance que tuvo con los Alguaciles de dicho tribunal. En Cabildo de 23 de Mayo propuso el Jurado Rodrigo Cataño que los moriscos se alisten y se haga cala y cata de sus armas y traigan una señal para ser conocidos.
Don Juan, loco de contento, dio la vuelta hacia San Antonio, diciéndose mentalmente: «Es indudable que se ha casado por despecho; todavía me quiere..., ha consentido en que nos veamos, lo ha jurado por su hijo, ¡pobrecilla!, y después ha dicho 'prudencia', es decir, todo se arreglará. El arreglo corre de mi cuenta. La cosa no es tan fácil como parece. Vamos a cuentas.
Palabra del Dia
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