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Actualizado: 19 de julio de 2025
Bastante tenéis vosotros con vuestros ruiseñores y jilgueros. Es preciso que marido y mujer se vengan conmigo. Un rayo que hubiese caído a los pies de la tía María no la habría aterrado, como lo hicieron aquellas palabras. ¿Y quieren ellos? exclamó asustada. Es preciso que quieran respondió el duque, entrando en su departamento. La tía María quedó consternada y confusa por algunos momentos.
Todavía en las casas aristocráticas de los lugares suele haber uno como bufón o gracioso, que recuerda, si bien por lo rústico, al lacayo de nuestras antiguas comedias. Este gracioso posee mil habilidades; caza zorzales con silbato y percha, y jilgueros con liga o red, y pesca anguilas metiéndose en los charcos y arroyos, y cogiéndolas con la mano.
Difícil será a la persona que recoge al vuelo, como un muchacho las mariposas, estas emanaciones poéticas del pueblo, responder al que quisiese analizarlas, el porqué los ruiseñores y los jilgueros plañeron la muerte del Redentor; por qué la golondrina arrancó las espinas de su corona; por qué se mira con cierta veneración el romero, en la creencia de que la Virgen secaba los pañales del Niño Jesús en una mata de aquella planta; por qué, o más bien, cómo se sabe que el sauce es un árbol de mal agüero, desde que Judas se ahorcó de uno de ellos; por qué no sucede nada malo en una casa si se sahúma con romero la noche de Navidad; por qué se ven todos los instrumentos de la pasión en la flor que ha merecido aquel nombre.
El Círculo republicano de Pilares estaba en la misma embocadura de la calle del Carpio, adosado al caserón de los Jilgueros, dos hermanos ricos, don Blas y don Fermín Jilguero, canónigos los dos, que habían edificado aquella fábrica, alarde y amenaza a la vez, frente por frente del mismo palacio episcopal.
Dejemos, pues, sentado que nos gustan todos los pájaros, ruiseñores, canarios, malvises y jilgueros que cantan en el árbol de que nos habla Zola. ¡Ojalá nos fuera permitido pasar la vida reclinados dulcemente bajo su frondosa copa escuchándolos! Pero todo el mundo se empeña en aconsejarle a uno que trabaje.
Semejante solecismo arquitectónico era el quitapesares de las señoritas de Pardo; allí se las encontraba siempre, posadas como pájaros en rama favorita, allí hacían labor, allí tenían un breve jardín, contenido en macetas y cajones, allí colgaban jaulas de canarios y jilgueros; tal vez no parasen en esto los buenos oficios de la galería dichosa.
Los canarios, jilgueros y tordos de su pajarera, que hacían demasiado ruido, fueron encerrados bajo llave, para que no llegasen sus cánticos profanos al tocador-oratorio de la Regenta. Se acostumbró don Víctor de tal modo a hablar en voz baja, que hasta en la huerta, paseándose con Frígilis, eran sus palabras un rumorcillo leve.
El Mosco vivía cerca de la casa de la señora Eusebia, en una construcción de ladrillos casi sueltos, con una techumbre de antiguas tejas traídas de los derribos de la población. Fuera, ocupaban todo un muro tres filas de jaulas con pájaros de interminable canto, jilgueros y pardillos, que le servían para la caza con red.
Colgadas en la pared había por último, algunas macetas de loza de la Cartuja sevillana, con geranio-hiedra y otras plantas, y tres jaulas doradas con canarios y jilgueros. Aquella sala era el retiro de Pepita, donde no entraban de día sino el médico y el padre vicario, y donde a prima noche entraba sólo el aperador a dar sus cuentas. Aquella sala era y se llamaba el despacho.
Otro bonito colorín, diestro cimbel, asido á la varilla saliente que estaba fija á una tabla de pino, volaba á cada momento hasta donde lo consentía el hilo largo que le aprisionaba, y volvía con mucho donaire á posarse en la varilla. Los jilgueros cantaban de vez en cuando y animaban la habitación. Arrimadas á un ángulo había dos escopetas de caza.
Palabra del Dia
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