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Actualizado: 27 de junio de 2025


Llega entonces Serafina, y declara que ella reveló lo que había visto, y que Don Jerónimo no ha faltado ni al secreto ni al juramento. Los dos amigos reconciliados se abrazan, y Don Pedro da su mano á Violante.

Deja en la corte á Juan, porque al pobre muchacho le sería muy doloroso verme morir. No te digas que vienes, para que no se empeñe en acompañarte. »Ven, porque es necesario que ese ilustre nombre que ha guardado Jerónimo durante veintidós años como un depósito sagrado, que he guardado yo después de la muerte de nuestro hermano, pase á ti después de mi muerte.

2 Primero es la honra, de D. Agustín Moreto. 3 La sortija de Filomena, de D. Sebastián de Villaviciosa. 4 Antes que todo es mi dama, de D. Pedro Calderón. 5 Las dos estrellas de Francia, del maestro D. Manuel de León y del licenciado D. Diego Calleja. 6 Caer para levantar, de D. Juan de Matos Fragoso, D. Jerónimo Cáncer y D. Agustín Moreto.

Y el señor Pulido, dando vueltas a sus pulgares, añadió con suavísima sonrisa: ¡Oh, señora condesa!... Si usted quiere, con razón se llamará ese baile la dulce alianza... La dama extendió ambas manitas con gesto de cómico espanto. ¡Ay, no, no, Pulido, por Dios!... ¡Si así se llama la confitería de la Carrera de San Jerónimo!

Descendemos por la carrera de San Jerónimo; luego avanzamos a lo largo del paseo de las Delicias, entre el ramaje seco del arbolado; cruzamos frente a la ronda de Valencia; bajamos por una vía ancha, solitaria, pendiente.

Desde el anochecer estaban en el café de la Carrera de San Jerónimo el Doctrino, Pinilla, Aldama y otros dos individuos de los que más trato tenían con el bolsillo del intendente revolucionario Elías Orejón. No hay otro medio mejor que el que Coletilla nos ha propuesto decía el Doctrino. Indudablemente ese zorro tiene talento.

»A pesar del peligro inminente en que ponía su vida, la dama salió de la misma manera misteriosa de casa de Jerónimo y desapareció. »Al tercer día yo mismo bauticé á Juan como hijo legítimo de nuestro hermano, y aunque todos en el pueblo extrañaban que Genoveva á sus años hubiese dado á luz un hijo, tuviéronlo á milagro, pero no desconfiaron. »Pasaron algunos años; Juan crecía hermoso y robusto.

Pues entonces repuso el joven sois mi tío carnal, hermano de mi padre Jerónimo Martínez Montiño. ¿Eh? ¿qué decís? repuso el señor Francisco volviéndose ya á mirar á quien le hablaba. Y apenas le vió su fisonomía tomó una expresión profundamente reservada.

¡, ! exclamaron los demás. ¿Estáis decididos? Pues bien; escuchadme un momento; el hermano de Jerónimo va a tomar el mando. Mi hermano ha muerto interrumpió Jerónimo ; es uno de los que se han quedado en la ladera del Grosmann.

Estaban en la Carrera de San Jerónimo, marchando en dirección contraria a la gran corriente de gentío que remontaba la calle hacia el interior de la ciudad. Las familias burguesas, endomingadas, llevaban blanqueados los zapatos por el polvo de los paseos. Grupos de hombres comentaban con enérgica gesticulación los incidentes de la corrida de novillos de aquella tarde.

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