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Actualizado: 25 de julio de 2025


Ojeda rio francamente de estas palabras. Hércules y Vulcano continuó Isidro , dos brutos bonachones, le siguen como perros fieles.

De esta doctrina partí yo días pasados al pedir al glorioso San Isidro que intercediese con Dios en favor de Cabezudo, que quería no cayese gota; de Animalejos, que quería cayese sólo un chaparrón; y de Barbaruelo, que quería lloviese si Dios tenía que.

Según dijeron al joven, tenía rota la espina dorsal, quebrado su esqueleto por varias partes. La cara mostrábase intacta, contraída por un gesto de inmenso dolor. Isidro sólo pudo ver uno de sus ojos, desmesuradamente abierto, que parecía fijar en él la vidriosa pupila.

Isidro había salido de los primeros, con la gravedad de un notario, vestido de negro, sin soltar el bolso, volviendo la cabeza para recontar su gente: los adversarios, los padrinos, «el amigo Gómez» en clase de protegido suyo y dos jóvenes argentinos agregados a la partida con el carácter de espectadores.

Y la muchacha repetía la palabra con cierta cólera, como si evocase un mundo desconocido lleno de tentaciones. Isidro debía tener allá mujeres muy hermosas; seguramente que era amigo de las actrices, como todos los que escriben en los papeles. ¡Las noches que había pasado gimiendo de desesperación, creyendo perdidas sus ilusiones!...

También era extraordinaria la concurrencia en este salón. Casi todas las mesas estaban ocupadas. Los pasajeros obsequiaban a los amigos que habían venido a saludarles. Miró Fernando con melancolía esta vasta pieza, en la que se había deslizado para algunos toda la vida trasatlántica. La última noche, Isidro. Puede usted decir adiós al buque.

¡Cuánto dinero hemos gastado! decía Feli, apreciando con el tacto la disminución del envoltorio que llevaba en la mano . Si seguimos derrochando así, dentro de poco pediremos limosna. Isidro la tranquilizaba: aún tenía más dinero para las necesidades de la casa. Y después, ganaría nuevas cantidades; contaba con su pluma para vivir.

Vaya, mañana a las cuatro de la tarde el entierro. Lo siento, porque tenía que ir de caza con Briones dijo uno. ¡Y que no es pequeña la carrera desde la casa mortuoria a San Isidro! respondió otro. No, hombre, no apuntó un tercero ; lo llevarán a la estación del Norte para conducirlo a Soto, al panteón de familia. Las bromas no eran de buen gusto.

Eran completamente diferentes de las que aparecían una hora después en el paseo. A veces, Isidro sentía ciertas dudas antes de identificarlas. Todas se mostraban considerablemente empequeñecidas y de pesados movimientos al caminar sin el montaje de los tacones.

No quiero decir continuó Isidro que el grande hombre fuese embustero a sabiendas, pero tenía el defecto o la cualidad de todos los que, viniendo de abajo, llegan a una altura gloriosa. Arreglaba a su gusto los sucesos de la vida anterior desfiguraba el pasado de acuerdo con sus conveniencias.

Palabra del Dia

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