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Actualizado: 16 de junio de 2025
Merced á los benévolos consejos de los señores Cuvier, Brongniart, Cordier, Isidoro Geoffroy Saint-Hilaire, y del célebre viagero baron de Humboldt, me fué dado entrever cual seria el circulo de mis investigaciones.
Allí tuerce usted a la izquierda por una calle que se llama de Luchana; ve usted una iglesia, la de San Isidoro; en seguidita otra, la de San Alberto; baja usted un poco, y a la derecha encuentra usted una calle que se llama de la Perla; entra usted en la calle de la Carne, y allí está la de San José... ¿Ha comprendido usted?
Distaba la quinta mucho más de Nueva York que de Albany, capital del Estado de Nueva York, pero, como los trenes del ferrocarril van con extraordinaria rapidez en aquella tierra, y es deliciosa la navegación en los magníficos vapores que suben y bajan por el río, poco molestaba a Isidoro para ir y venir que fuese algo mayor la distancia.
Cuando se estaban tomando estas y otras disposiciones para precaverse, se oyó el sonido de diferentes cornetas, que de uno á otro ó estremo se correspondian, para confirmar la entrada de los indios; por lo que se dispuso que algunos saliesen para hacer un reconocimiento, quienes volvieron con la noticia, de que no habia nadie en aquellas inmediaciones, y averiguado el caso, se halló que los que tocaban las cornetas, eran dos negros de D. Jacinto Rodriguez, D. Nicolas de Herrera, é Isidoro Quevedo, para que reunidos con esta novedad los europeos, les fuese mas fácil conseguir su desesperado intento.
Dice el tío Isidoro intervino Clara que si esto sigue así van a tener que cerrarse los comercios y se concluirá la industria. ¡Y también se cerrarán las iglesias! recalcó Lola con más calor aún . ¡Malditos revoltosos! ¡A silbar, a silbar debió ir todo el mundo! ¡Psss! ¡Por Dios! suplicó Josefina . Estamos llamando la atención.... Luego dirán que nos metemos en política. Pues yo me meto... ¿y qué?
Yo he oído decir al mismo Isidoro, cuando acababa de volver de sus peregrinaciones, que en Lisboa tenía un estupendo baratillo nada menos que un Palha, individuo de una de las más ilustres y antiguas familias portuguesas, según lo atestigua Cervantes en el Quijote.
Tú me enseñaste a sentir así, a querer paz..., a soñar..., a desear imposibles.... Aquí estoy tranquila..., y rezo a mi modo. No tengo fe, lo que se llama fe.... Pero quisiera tenerla. Los santos, todos esos, aquel San Roque, este San Sebastián con sus banderillas por todo el cuerpo..., aquel señor obispo..., San Isidoro..., todos me van entendiendo.
Al farmacéutico Duvierti le obligaron, poniéndole los rifles al pecho, á entregar todo el dinero que poseía, y lo mismo hicieron con los dueños y dependientes de las casas mercantiles de Celedonio Gómez, Mancebo Hno., Isidoro Campa, Cucirié y Co., J. Servet y otras muchas.
Lo único que en este negocio la apesadumbraba era que no hubiese sido el indio su catecúmeno, porque ella le hubiera convertido mejor que el padre jesuita, y no le hubiera dado en la pila bautismal un nombre tan feo como el de Isidoro.
Accesos de furor sacudieron un instante sus miembros al hallarse impotente contra los muros blancos, que parecían mirarla con apacible indiferencia; y de pronto, bajándose, recogió un trozo de ladrillo que la casualidad le mostró, a la luz de un farol, caído en el suelo, y con airada mano trazó una cruz roja sobre la oscura puerta reluciente de barniz, cruz roja que dio mucho que pensar los días siguientes a doña Dolores y al tío Isidoro, que recelaban un saqueo a mano armada.
Palabra del Dia
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