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Actualizado: 8 de octubre de 2025


Capitan Tiago tuvo buen fin, esto es, un entierro como pocos. Es cierto que el cura de la parroquia había hecho observar al P. Irene que Cpn.

, contestó Makaraig con su sonrisa amarga; ¡resuelto favorablemente! ¡Acabo de verme con el P. Irene! ¿Y qué dice el P. Irene? preguntó Pecson. Lo mismo que don Custodio, ¡y el pillo todavía se atrevió á felicitarme! La comision que ha hecho suyo el dictamen del ponente, aprueba el pensamiento y felicita á los estudiantes por su patriotismo y deseo de aprender... ¿Entonces?

»La perla de la Propóntide no pasará á ornar la sien del Franco, aunque la amedrentada Irene le brinde con su mano y su diadema . Bizancio aborrece los ídolos y se entregará en brazos de los Emires.

Iban sofocados, sudorosos, de tanto como habían bregado en la galería del piso tercero con Irene y las chicas del jefe de cocinas. «¡Hija, cómo estás!... dijo Rosalía, deteniendo a la niña . Tienes la cara como un cangrejo cocido... Ahora corre aire... métete en casa; no te constipes... ¿Y este granuja...? ¿Ve usted cómo viene?, todo roto y hecho un Adán.

Todas las metáforas y comparaciones, aplicadas á S. E., al P. Irene y al P. Salví, vendrían de molde para el religioso herido, y la descripcion del ladron para cada uno de los malhechores.

¡Que juegue Cristo, puñales! exclamó arrojando las dos cartas que le quedaban, á la cabeza del P. Irene; ¡puñales! ¡la puesta estaba segura cuando no el codillo, y lo perdemos por endose! ¡Puñales, que juegue Cristo! Y furioso, explicaba á todos los que estaban en la sala el caso dirigiéndose especialmente á los tres paseantes como tomándoles por jueces.

Makaraig se detuvo. ¿Y cómo influir? preguntó un impaciente. El P. Irene me indicó dos medios... ¡El chino Quiroga! dijo uno. ¡Ca! Valiente caso hace de Quiroga... ¡Un buen regalo! Menos, se pica de incorruptible. Ah ya, ¡ya lo ! esclamó Pecson riendo; Pepay la bailarina. ¡Ah, ! ¡Pepay la bailarina! dijeron algunos.

Irene, á la cual conceden los jueces del campo el derecho de elegir para su defensa á uno de los tres caballeros, se decide por Laura, por conceptuarla el más débil de los tres, creyendo que el acusador es su propio esposo, y con la esperanza de exponer á menor peligro al Rey, á quien ama cual cumple á una esposa fiel y enamorada.

Jugaba el General, él hacía la contra, el P. Irene ya tenía su baza; arrastra él con el espadas y ¡puñales! el camote del P. Irene no rinde, no rinde la mala. ¡Que juegue Cristo! El hijo de su madre no se había ido allí á romperse la cabeza inútilmente y á perder su dinero. Si creerá el nene, añadía muy colorado, que los gano de bóbilis bóbilis. ¡Tras de que mis indios ya empiezan á regatear!...

Escuchólo con sumisión, y después, con voz conmovida, empezó a disculparse. Verdad que había coqueteado un poco con María Huerta, pero juraba que no estaba interesado por ella. Era una cuestión de amor propio. Cuando él se había casado con Irene, esta María había dicho en casa de Osorio que no comprendía cómo Irene aceptaba por marido un chico tan feo y tan insustancial.

Palabra del Dia

mármor

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