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Bien sabía él lo que era aquello; ya se irían acostumbrando. Además, tal vez les interesaba ver cómo ardía la miseria que diez años de abandono habían amontonado sobre los campos de Barret. Y ayudado por su mujer y los chicos, empezó á quemar al día siguiente de su llegada toda la vegetación parásita.

Yo creía que irían hincados dijo burlonamente Ricardo. Quizá no falten quienes vayan así, por alguna promesa o por fanatismo. Subamos, ché, que va a ser la hora. De nuevo en sus asientos, Ricardo reanudó el tema, diciendo: Deben ser felices los que creen, ¿eh? Si la felicidad está en creer repuso Melchor, todos deben ser felices. Todos los que creen. ¿Y crees que haya excepciones?

¡Hombre! yo me había figurado que ustedes irían por lo menos hasta La Maya. Desde aquel momento, ni el reporter ni nadie vuelve á hacer caso de esos dos bobos que solo van hasta Matanzas. Porque la calidad de los pasajeros del central se mide en estos dias por la distancia que van á recorrer.

En medio de la noche se levantarían para las faenas urgentes; aquellas llanuras serían un paraíso, y cada pobre tendría su casita, y los lagartos no irían arrastrando su lomo rugoso y polvoriento días y días sin tropezar con una vivienda humana. Rafael oponía reparos a los ensueños del viejo.

Los compañeros del ilustre maestro se mordían los labios de envidia, y cuando en los azares de la existencia encontraban a alguien venido de la Argentina, aunque fuese un necio, lo adulaban y lo acosaban, dando a entender que ellos también irían allá... a la más ligera invitación.

Los corredores altos irían pintados conforme los bajos. Pintarían la escalera de arriba abajo como lo del patio, todo al temple, con huevo «porque queden fixas las colores» de manera que el agua ni las pudiese dañar ó despintar. En esta obra trátase indudablemente de una decoración mudéjar plateresca.

El abate Constantín, sin embargo, comió con buen apetito, y no retrocedió ante dos o tres copas de champagne. No odiaba la buena mesa. La perfección no pertenece a este mundo, y si la gula es, como lo dicen, un pecado capital, cuántas buenas gentes irían al infierno. El café lo sirvieron sobre el terrado del castillo.

Y después serían muy amigas, y a paseo irían juntas, y llegarían a burlarse juntas del ridículo señor de las patillas, su deudor y esposo respectivamente... y hasta llegaba a pensar en los cuernos que su señora tía acabaría por ponerle al infiel administrador, ¿con quién?, con el primo Sebastián, por ejemplo.... Y hasta enredaba la madeja en su fantasía de modo que resultaba que ella, Emma, tenía alguna culpa en la desgracia de su tío... y ¿qué?, mejor. ¿No la había él engañado a ella? ¿No la había robado?

Era entonces el mes de Febrero, el más caluroso del año en aquellos climas, y sólo de noche podía disfrutarse algún fresco. Estaba ya preparado un pick-nick en la Tejuca. Cuantos amigos quisiesen, podían ir inscribiéndose para ello en el casino y pagando después su cuota. Sólo las damas irían convidadas y sin pagar.

En fin, después de un largo rato de vagar por aquellos lejanos países se levantó de la silla y se dispuso a marcharse. No quería estorbar; sin duda irían a comer... Tristán asombrado también se levantó del asiento y le acompañó hasta la puerta del despacho, pero una vez allí no pudo menos de decirle: ¿Se ha olvidado usted de que tenía que hablarme de cierto asunto?