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Actualizado: 23 de junio de 2025
No, me guardaré muy bien, porque ello iría contra la energía moral embotada momentáneamente por el dolor y porque es necesario, dulcemente necesario llorar al hijo muerto; pero ninguna madre se ha pasado la vida llorando la muerte de un hijo... se llora durante algún tiempo... más o menos largo... pero al fin vuelve el equilibrio moral... llega la resignación... la conformidad... el hábito, te diría, y gradualmente se vuelve a la vida... se vuelve... ¡se vuelve a la risa!... ¡Esta es la verdad en toda su crudeza!
Si no puedo ir, ya nos encontraremos... El mundo es pequeño. Su pensamiento no llegaba más allá de este sacrificio exigido á Ferragut. Luego, ¿quién podía saber dónde iría ella á parar?... Dos tardes después, la doctora y el conde llamaron al marino. La voz de la dama, siempre bondadosa y protectora, tomó esta vez un leve acento de mando.
Pero el marica insistió tanto, se mostró tan expresivo y familiar que al cabo de un rato la criada desembuchó lo que tenía dentro. Pues mire, yo no puedo decirle a punto fijo lo que hay, pero creo que se casa y pronto. El otro día oí unas palabras a la señora condesa... ¿Qué palabras? Decía al ama de llaves que, en cuanto su hijo se fuese, iría a pasar una temporada a la Granja.
Tal vez iría á pasar la tarde con sus amigos de Mónaco; tal vez hiciese un pequeño viaje por el camino de Niza hasta Cap d'Ail ó Beaulieu. Era la confusión del señor que no sabe mentir. El príncipe quedó solo. Miró un rato el mar; luego cambió de ventana, contemplando sus jardines. Oprimió el botón de un timbre para que acudiese don Marcos.
Pero su palabra estaba ya dada y los Villanera nunca se vuelven atrás de lo que dicen. Todo lo que la dama pudo obtener es que él la iría a ver todos los días clandestinamente, hasta que se celebrase la boda. Al día siguiente la señora de Villanera le condujo al palacio Sanglié y le presentó a su nueva familia. Visita de ceremonia que no duró más de un cuarto de hora.
Iría á reunirse con él tan pronto como terminase ciertos asuntos que le retenían en Nápoles. Tòni dilató sus ojos con un gesto de sorpresa. Quiso responder, pero quedó con la boca abierta, sin atreverse á dar salida á sus palabras... Era el capitán, y él no iba á permitirse objeciones á todas sus órdenes.
Iba a verme casi diariamente, con objeto de olvidar a Judit, y sin cesar me hablaba de ella. Asegurábame que no la amaba ya, que la despreciaba, que se iría al fin del mundo antes que volver a verla; y a pesar suyo, dirigíase casi siempre a los lugares que le hablaban de ella y que le traían a la memoria su recuerdo.
Aquella mujer había nacido a corta distancia de donde él nació; sus infancias habían transcurrido casi juntas y, sin embargo, en el primer encuentro de su vida, se habían sentido separados por la frialdad de lo desconocido. Esta separación sería cada vez mayor. Ella se burlaba de la ciudad, vivía fuera de su influencia, en pleno campo, despreciándola, y la ciudad no iría a ella.
Con esto no podía transigir don Pablo Aquiles: ¡todo, menos eso! se buscaría, se pensaría, se iría a golpear a todas las puertas, y cuando todas se hubieran cerrado, entonces... y aun así, ¡quién sabe!
De modo que no se extrañó el maestro cuando supo que Sofía iría a la escuela evidentemente tan sólo como un favor para el maestro y como un ejemplo para Melisa y todos los educandos, pues Sofía era ya toda una señorita, como suele decirse.
Palabra del Dia
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