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Actualizado: 23 de junio de 2025
Hasta qué punto la vista podria perfeccionar la idea de la extension, esta es una cuestion diferente; aunque salta á los ojos que si la vista por sí sola puede darnos idea de la extension, el continuado ejercicio de este sentido iria perfeccionando la misma idea.
La excesiva confianza, el trato sobrado familiar dañaría a su prestigio; no iría al Vivero. Y buenas ganas se le pasaban, eso sí; porque aquel señor Mesía se había vuelto a pegar a las faldas de la Regenta, y ya empezaba don Fermín a sospechar si tendría propósitos non sanctos el célebre don Juan de Vetusta.
El mismo Delaberge, deteniendo de nuevo el paso, se preguntó si no iría también a hablarle... Simón le había visto ya, sus miradas se cruzaron y el impulso generoso del inspector general se vio cortado por la mirada hostil que el joven le había dirigido.
Yo, por ejemplo, abandonaría con mucho gusto esta maldita ciudad y me iría a cualquier rincón. Naturalmente, ella se pirra por las conversaciones, por las discusiones; tiene sus ideas políticas y sociales. No estaría de más que se cuidase un poco del arreglo de su persona; mas no tiene tiempo de ocuparse en cosas tan mezquinas: ¡debe salvar a la humanidad!
María de la Paz decía que no; Salomé dudaba, y la santa opinaba que sí. Las razones de la primera eran: que puesto que prefería el sueño á la comida, era preciso hacerle el gusto, con lo cual se iría acostumbrando á la disciplina. En vano quiso oponerse Paulita con gran copia de razones teológicas y morales, fundadas en el principio de mens sana in corpore sano: todo fué inútil.
Hace una hora que lo he sabido por el señor Leighton, que ha estado aquí. ¡Ah, mi pobre padre querido! suspiró, y las palabras se anudaban en su garganta al correrle las lágrimas. ¿Para qué iría a Manchester? Sus enemigos han triunfado, como yo lo temía desde hace tiempo. Sin embargo, él no pensaba mal de nadie, ni creía en la perversidad de ningún hombre, pues tenía un corazón muy generoso.
«Si mi novio se muriese, yo iría á dormir sobre su tumba, para que sus huesos no tuvieran frío» decía en una ocasión una india que cantaba un cundimán. «Si tú estuvieras aquí, yo me pondría buena» oímos decir una noche á una india, que en el delirio de una fiebre palúdica modulaba un cumintán, en el que recordaba á su amante.
Se diría que el convento de las Salesas era un matadero; que la religión conducía a la juventud lozana a aquella letrina a pudrirse.... ¡Se dirían tantas cosas! No, no era posible tomar todavía ninguna medida radical. Había que esperar. Por lo demás, él iría a ver a Sor Teresa...».
Pocas horas antes de morir, su hija, creyéndose bien por una de esas raras alucinaciones del temperamento, que son la más tremenda ironía de la muerte, había tenido el antojo de engalanarse. Sintiendo en aquel instante engañosas fuerzas, se había vestido con febril ansiedad diciendo que ya no estaba mala y que iría al teatro aquella noche.
Al fin y al cabo, ¿por qué no iría a la taberna del Arco Iris para ver qué se decía de la riña de gallos? Todo el mundo iba allí, y, ¿en qué otra cosa podía pasar el rato, bien que a él no le preocuparía nada aquella diversión?
Palabra del Dia
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