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Actualizado: 2 de julio de 2025


Conocí á Sardou una tarde de invierno. Al entrar en su despacho el gran dramaturgo, que sabía el objeto de mi visita, salió á mi encuentro, alargándome sus dos manos con efusión seductora de cordialidad y agasajo; fué uno de esos gestos admirables que, suprimiendo de cuajo las frialdades ambagiosas de la etiqueta, equivalen á una intimidad de varios años.

Pero se cansaron pronto. En los siguientes los dejaron solos, viniendo la madre de vez en cuando a echar una ojeada al retrato y a decir dos palabritas de cortesía. En aquellos quince días que la pintura del retrato duró, la intimidad entre el Duque y la hermosa joven creció extremadamente. El magnate había condescendido hasta contarle mucha parte de su historia privada.

Era yo un huésped esperado que volvía, que debía volver, y que una vieja costumbre había hecho familiar de la casa. ¿No me encontraba a mi vez completamente a mi satisfacción? Aquella intimidad, que comenzaba apenas, ¿era antigua o nueva?

El mayordomo, poco atento para su aspecto encogido y la pobreza de su traje negro, la había colocado en un camarote de dos personas, dándole por compañera a Concha, la muchacha de Madrid, «esta buena señorita», como la llamaba ella aun en los momentos de mayor intimidad. Regresaba a la tierra natal después de haber pasado unos meses en Holanda cerca de sus nietos.

Mira que á la primera que me hagas, invalidito, te dejo abandonado á tu inutilidad. Desnoyers y el senador también se ocupaban del porvenir de ellos, pero de un modo más positivo. Había que realizar el matrimonio cuanto antes. ¿Qué esperaban?... La guerra no era un obstáculo. Se efectuaban más casamientos que nunca, en el secreto de la intimidad. El tiempo no era de fiestas.

Pues bien: la noche que me tocaba de guardia en la recámara de la reina, cuando su majestad se había acostado; abría silenciosamente la puerta de aquel pasadizo y me iba... á la reja. Hacíais mal, muy mal. No se trata de si hacía mal ó bien, sino de que sepáis de qué modo he podido tener pruebas... de los amores ó al menos de la intimidad de don Rodrigo Calderón con la reina.

Algunos minutos después, Huberto llegaba de frac, como era su costumbre. Aun en la intimidad de aquellas comidas de familia, no se desprendía de las formas convencionales de los centros mundanos. El molde de impecabilidad social que se había impuesto, le había hecho perder el sentido íntimo y familiar de la existencia.

Hay que tener mucha intimidad con la naturaleza para no sentir inquietud al verse cautivo de la niebla; el objeto más chico adquiere proporciones inmensas, infinitas. Algo vago y obscuro parece venir á nuestro encuentro para apoderarse de nosotros. Parece una rama y hasta un árbol lo que no es más que un tallo de hierba.

En una región más central, la atención de los convidados estaba monopolizada por el palabreo insubstancial, cáustico y fanfarrón de un personaje, á quien llamar el señor de Bevallan, que goza, al parecer, de los derechos de una particular intimidad.

En el verano la siguió a las sierras de Córdoba y Adriana, después de algunas vacilaciones que le sumergieron en terribles zozobras, le aceptó como novio, pero con la condición de mantener el compromiso secreto, "para que nuestro amor decía no pierda el encanto de la intimidad". El noviazgo la hizo más reservada, más indiferente. Muñoz era otro desde entonces.

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