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Actualizado: 12 de septiembre de 2025
Federico halló primero mi caballo, tembló por mi suerte y me descubrió al fin, guiado por el grito con que yo había retado a Ruperto. Su gozo fue tan intenso como si de su propio hermano se tratara, y en su cariño y ansiedad por mí, desdeñó cosa tan importante como la muerte de Ruperto Henzar. Sin embargo, yo hubiera sentido no haberlo castigado por mi propia mano.
El mismo chillido resonó una o dos veces más, me fue necesario sorprenderlo al paso, y ya no lo percibí más. Todo estaba inmóvil y somnoliento. Un pequeño número de estrellas, muy brillantes, vibraban en el firmamento. Apenas se notaba la sensación del frío aunque era más intenso por la limpidez del cielo y la ausencia de viento.
Gracias, señor cura, gracias de todo corazón exclamé con un intenso acento de triunfo. Calma, calma... dijo el cura. Si su cerebro de usted se pone en ebullición, retiro el permiso... Una dulce sonrisa de Genoveva le tranquilizó. Y nos fuimos rápidamente a casa. Celestina tuvo mil trabajos para seguirnos a nuestro paso.
Deseaba ocultarse, como si en su vergüenza necesitase más sombra, más silencio, y huyó otra vez, siempre hacia lo alto, remontando la escalera de la última toldilla, cerca del puente. Aquí, calma absoluta; la escasez de luz hacía más visible el azul profundo del cielo, más intenso el fulgor de los astros.
Allí había estado reflexionando una noche de tormenta, la misma en que se presentó como cortejante en casa de Margalida. La tarde era serena, el mar tenía un intenso color de extraordinaria y profunda transparencia. Los fondos de arena reflejábanse como manchas lácteas; los peñones submarinos y sus obscuras vegetaciones parecían temblar con un rebullicio de vida misteriosa.
Aquí hace mucho frío. Vamos donde quieras. Se cogió el marino del brazo del médico, y se hundieron ambos en la breve puertecilla de la cámara. Dentro del fumador se sentía más intenso trepidante el resuello del buque y quedaba confusa y apagada la voz grave del mar.
La música y la propia imaginación las embriaga; el negro del tambor se agita como bajo un paroxismo más intenso aún, y las mujeres, enloquecidas, pierden todo pudor.
Era un crimen premiar aquel amor tan intenso introduciendo en su futura existencia algo que pudiese afrentar a Rafael, tan bueno, tan noble, tan amoroso. Se hizo un largo silencio. El sol había desaparecido. Ahora el negro ramaje del olivar se destacaba sobre un cielo de color de violeta, con una leve franja de oro a ras del horizonte.
En la calle, el sol de Noviembre, tibio y dulce como un sol primaveral, hacía resaltar bajo su lluvia de oro las casas blancas, de verdes balcones, recortando la línea de sus azoteas africanas sobre un cielo de intenso azul. Montenegro vio venir hacia él un airoso jinete en traje de campo.
Es nuestro deber declarar que no es este acto ni este homenaje ni este tributo, obra de un gobierno; no es la obra de un partido, no es la obra de una clase, es, la ofrenda del pueblo cubano, es un latido vigoroso potente, intenso y sincero de la conciencia nacional cubana, es la patria misma que en este acto nos reune y la que en estos momentos nos dignifica, nos fraterniza en la comunidad del mismo sentimiento y en la identidad de la misma idea del pueblo y de la patria que vé en el Ejército el bloque inconmovible de roca y de granito en que descansan firme y segura la dignidad y la honra de la patria.
Palabra del Dia
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