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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Yo deseaba muchísimo conocer en la intimidad el tipo del Frances distinguido de provincia, porque en lo general no estaba muy pagado del hombre de mundo parisiense. Queria instruirme tambien en las cosas relativas á la vida provincial en Francia, viajar asociado á personas inteligentes y observar la manera como los Franceses juzgan á España.
Quiero recitar ese canto heroico continuó Golbasto para que se vea la diferencia entre la verdadera poesía y las miserables y cínicas falsificaciones que se sirven á nuestro pueblo, tal vez en este mismo instante. La alusión al joven y odiado poeta que estaba declamando su obra en el templo de los rayos negros fué saludada con una explosión de risas simpáticas y de gruñidos inteligentes.
¡Ninguno... mi Zuzie, absolutamente ninguno! ¿Por qué no os había de decir la verdad? ¿Es culpa de ellos? ¿Han sido poco inteligentes? ¿Habrían podido con más habilidad encontrar el camino de mi corazón? ¿O será culpa mía? ¿Este camino será, quizá, un mal camino escarpado, rocalloso, inaccesible, y por donde nadie pasará nunca? ¿Seré, tal vez, una mala criatura, seca, fría y condenada a no amar jamás?
Las plantas, como todos los seres vivos, se adaptan al medio, varían a lo largo del tiempo en sus especies, triunfan en la concurrencia vital. Los que se adaptan y los que triunfan son los más fuertes y los más inteligentes. Y este triunfo y esta adaptación, ¿no constituyen una finalidad? Y ¿puede nunca ser obra del azar ciego una finalidad, cualquiera que sea?
Así se comprende dijo Gabriel la cínica confesión del canónigo Llorente al explicar por qué fue secretario del Santo Oficio: «Tocaban a asar, y para no ser asado, me puse de parte del asador.» A los hombres inteligentes no les quedaba otro remedio. ¿Cómo resistir y rebelarse? El rey, dueño de vidas y haciendas, no era más que un servidor de obispos, frailes y familiares.
Era Adriana que sollozaba. Iba a inaugurarse la nueva sección del Asilo de Nueva Pompeya. Charito pidió a Julio que asistiera a la ceremonia y procurase llevar también algunos amigos. ¿No era lamentable que los jóvenes inteligentes demostraran, en su mayoría, ese despego ahora tan general para las cosas del culto y hasta el mal gusto, a veces, de hacer ironías con la religión?
Ninguna persona inteligente cree en Dios. Yo he conocido personas inteligentes que me decían: «Ninguna persona inteligente cree en la república.» Pues los cristianos primitivos dijo el señor De Obeso, rebajando el tono y batiéndose en retirada eran republicanos. Eran más; eran anarquistas.
Y todos, sin distinción de razas y clases, fuertes y humildes, ignorantes e inteligentes, al eco de este nombre veían alzarse en el paisaje de su fantasía, bañada por el resplandor de la esperanza, una mujer de porte majestuoso, blanca y azul como las vírgenes de Murillo, con el purpúreo gorro símbolo de libertad sobre la suelta cabellera; una matrona que sonreía, abriendo los brazos fuertes, dejando caer de sus labios palabras amorosas: Venid a mí los que tenéis hambre de pan y sed de tranquilidad; venid a mí los que llegasteis tarde a un mundo viejo y repleto.
Hágase lo que se quiera, siente uno hervir la sangre en sus venas. ¡Ah! ¡Motivo hay para ello! El infortunio en todas sus formas rebosa entre esas gentes intrépidas, inteligentes, honradas, que son sin ningún género de duda las mejores de nuestro suelo. He vivido largo tiempo en la costa: en ella son comunes las virtudes heroicas que en el interior se tienen por una rareza.
Todas las tardes vecinos y forasteros corren á contemplar á los salvajes prisioneros, admirar sus gracias é inteligentes evoluciones de todo estilo, y obsequiarlos, según la predileccion de cada cual, con bizcochos y golosinas.
Palabra del Dia
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