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Actualizado: 29 de junio de 2025
Este le recibió volviendo el rostro, evitando su mirada, con un gesto complejo y contradictorio. Sentía la cólera de su vencimiento, la vergüenza de su debilidad, y junto con esto la gratitud instintiva del que se ve librado de un mal paso por una mano violenta que lo maltrata y lo salva. ¡Quédate, Tòni! dijo con voz sorda . Nada hay de lo dicho.
Además, ¡nuestros comentarios alegres al estar solos! Muchos de mis antiguos adoradores sintieron renacer el pasado por envidia sorda, por la instintiva rivalidad del hombre maduro ante el adolescente, y me asediaban con sus galanterías. Mi Jorge me amenazaba riendo: «Mamá, tengo celos.» Quería que su madre no llamase la atención de ningún hombre, para que fuera toda de él.
Belarmino, después de saber que el filósofo hablaría ante señoras, ya no tenía interés ninguno en oírle. Pero se dejó llevar, con resignada indiferencia. Toda la tramoya había estado tan hábilmente desarrollada, que Belarmino, a pesar de su sagacidad instintiva, no sospechaba ser víctima de un engaño.
Veamos, pues, qué tales trazas tiene el difunto. Es un sargento mayor dijo un alguacil. ¡Un sargento mayor!... exclamó Montiño. Y de una manera instintiva arrojó una mirada cobarde al cadáver, cuyo semblante estaba alumbrado por la luz de la linterna de un alguacil. ¡Don Juan de Guzmán! exclamó Montiño reconociéndole ¡el infame que me ha robado mi dinero, mi mujer y mi hija!
Quedose María al verla sobrecogida y temerosa, porque adivinó con su instintiva perspicacia, o más bien con lo que el vulgo llama corazonada, el objeto de aquella visita.
Cuando espera ganar tratando, su palabra es melosa y su fisonomía elástica; pero cuando no se promete nada del que se le acerca, su mirada se apaga, su frente se contrae revelando un orgullo brutal y egoista, y vuelve á su silencio, que parece encubrir la antipatía instintiva de una raza respecto de todas las europeas.
Solamente hay una tendencia instintiva: ningún freno racional que se oponga. ¿Qué dominio de sí mismo tiene quien para refrenar su costumbre y pronunciar palabras sucias y obscenas recurre a la intervención de un santo? Falto de voluntad, desprovisto de la idea misma de lucha consigo mismo, ¿cómo puede triunfar sobre sí mismo?
Emma se encerraba en su alcoba; se miraba en el espejo de cuerpo entero, en ropas menores, hasta sin ropa..., se examinaba detenidamente, se medía, se comparaba con otras, sacaba proporciones de ancho y de largo de su torso y de cuantas partes de su cuerpo creía ella, en sus vagas nociones de tocología instintiva, que eran capitales para el arduo paso.
Mina, adivinando el término de esta fraseología, se ruborizaba, echándose atrás con instintiva conservación. No; siempre diría no. En otros tiempos, tal vez; cuando ella era joven y hermosa; cuando tenía la certeza de que podía dar felicidad y orgullo con la limosna de su cuerpo. ¡Pero ahora!... Se daba cuenta de su ruina.
Isidro esperaba una explosión de llanto, la protesta de una repugnancia instintiva, y quedó asombrado al ver la inmovilidad del rostro de Feli, sus ojos fijos y tristes puestos en él. Tras una larga pausa, bajó la cabeza en señal de asentimiento. Sí que aceptaba: iría al hospital, pero sin participar de los optimismos del joven.
Palabra del Dia
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