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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Traerme a Madrid la chica... ¡Figúrate! ¿Y qué hiciste? Sin duda me inspiró Dios. Les miré de un modo que no debieron de comprender, y saliendo al zaguán les dije: «Quiero creer que no saben ustedes lo que piden.» En seguida, limpia de odio, besé a Inesilla y me volví a Madrid sin rencor... y sin ilusiones. ¡Lo creo!
También se quedaron Chisco y Pito Salces con otros dos mozones de mi confianza, bien advertidos por mí de muchos cuidados, particularmente el de la vigilancia, no sé si porque me salió espontáneamente de adentro la ocurrencia, o porque me la inspiró una mirada elocuentísima de la mujer gris, al ver cómo iba a quedarse la casona, sin nosotros, indefensa y punto menos que vacía.
Además, es bien sabido que Colon hizo realmente versos, habiéndose salvado algunos de los que le inspiró la musa cristiana en su Libro de las Profecías.
Desde el primer momento este joven avejentado, gritón, charlatán, maltrecho de traje y no limpio de persona, con nariz como pico de ave carnicera, pegajoso bigote, dudosas uñas y marcado olor a tabaco y cerveza, inspiró a Beatriz la más profunda antipatía.
Pero le inspiró una repugnancia invencible este cuerpo abundante en seducciones: tuvo miedo á su contacto; quiso huir de las sorpresas eléctricas de su carne... Además, él no iba á maltratarla á cada encuentro, como un bellaco profesional de los que mezclan el amor y los golpes. Recordaba con tristeza sus violencias de Barcelona.
Tal es el espíritu reinante en los autos de Calderón para quien quiera comprender su sentido, y tal es también el que le inspiró su autor. Pero hasta el crítico menos entusiasta no podrá dejar de admirarlo por razones importantes.
Yo, con todas las perífrases cultas que me inspiró la cortesía, les dí á entender que los pareceres de ellos se me antojaban igualmente disparatados y que era menester buscar un término medio. ¿Y quién le busca? dijeron ambos. Todos contesté yo pero nadie le ha encontrado todavía.
Hacia la primavera de 1616 había concluído el Persiles: el estado de su salud empezaba ya á inspirar algún cuidado; creyó mejorarse variando de aires, y, con este objeto pasó á Esquivias á visitar á sus parientes. Pero el mal se empeoró, y, viendo cercano su fin, quiso morir en su casa. Su vuelta á Madrid le inspiró el prólogo de su novela, jocoso y patético á un tiempo.
Decidme: ¿qué efecto os causó doña Clara Soldevilla la primera vez que la vísteis? No lo sé. ¡Pero experimentaríais algo al verla! Un deslumbramiento, una ofuscación, un no sé qué... luego... luego la casualidad me puso junto á ella... y mi alma entera fué suya... no, mi alma entera, no... ha quedado en ella un lugar para vos... No, no sois franco... ¿os inspiró deseo doña Clara? No.
Hay otro hombre de cuyos labios estoy pendiente cuando habla, cuyo talento me asombra, cuya superioridad intelectual me subyuga, cuyas virtudes me llenan de maravilla y de entusiasmo, cuyo fondo de bondad altísima percibo claramente allá en las profundidades de su corazón, y ya sabes mi enojo, mi repugnancia a que se piense que ni un solo instante puedan confundirse con algo parecido al amor los sentimientos que ese hombre me inspira y que yo le inspiro sin duda.
Palabra del Dia
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