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Actualizado: 14 de julio de 2025


Si La Cueva hubiese siempre imitado á sus modelos, se hubiera también abstenido de los extravíos á que lo arrastraba su propia imaginación, y siempre apareciera bajo un aspecto más favorable, que aquél con que se muestra el dios Marte á la conclusión de su Bernardo del Carpio, cuando pronuncia la apología del héroe y lo ciñe con el laurel de la victoria, ó cuando en sus Siete infantes de Lara recurre de nuevo á sus amados conjuros diabólicos.

Los dos infantes, causa imprudente de la atroz pelea, eran don Pedro el uno, del Rey primo, y su tio don Juan el otro era; entráronse talando á sangre y fuego la peligrosa granadina tierra, y allí los dos infantes se quedaron la muerte hallando en su insensata empresa.

Cada uno hacía la misma recomendación al camarada: «Si me hieren en el pecho ó en el estómago, dame un tiro en la cabeza. Prefiero esto á quedar vivo junto al caminoNo podían ser considerados como caballería, á pesar de que todos iban montados. Carecían de armas blancas y no podían dar una carga. Eran infantes que sólo echaban pie á tierra en el momento de empezar el fuego contra el enemigo.

Perecieron, según Montaner del enemigo diez mil caballos, y quince mil infantes; de los nuestros veinte y siete y nueve caballos.

Diéronle muchos caballos y armas para poner su gente en órden, y con algunos amigos que le quisieron seguir juntó trescientos infantes, y sesenta caballos, y con ellos entró la tierra adentro.

Entre estos temores y desconfianzas andaba metido Andronico, cuando supo que Fernan Jiménez de Arenós con solos trescientos era el autor de tantos daños, y que Rocafort con el grueso del ejército andaba junto á Rodope. Entresaco Andronico de su caballería ochocientos, y con dos mil infantes, les mandó salir ó cargar á Fernan Jiménez que se retiraba con riquísima presa.

Se mataban durante horas y horas, y al final el bando que se veía sin cartuchos se retiraba, dejando el campo al otro. Todos éramos de caballería, porque hacíamos las marchas á caballo; pero en el momento del combate los jinetes se convertían en infantes. Teníamos artillería.

Filas interminables de mujeres, jóvenes en su mayoría, vestidas ligeramente con trajes de percal de mil colores, todas con flores en el pelo, liaban cigarrillos delante de unas mesas toscas y relucientes por el largo manoseo. Al lado de muchas de ellas había cunas de madera con tiernos infantes durmiendo. Estas cunas, según me advirtió Nieto, las suministraba la misma fábrica.

Cerca de ella se alineaban otros toneles que llevaban bajo el escudo real de España los nombres de todos los monarcas e infantes que habían visitado Jerez en el curso del siglo. El resto de la bodega lo llenaban las muestras de todas las cosechas, a partir de los primeros años del siglo.

¡Viva Su Majestad el Rey, Su Majestad la Reina y los serenísimos señores infantes! exclamó Negri . De las ruinas del masonismo se levanta el legítimo trono de España. Y de Indias... porque se volverán a conquistar las Indias. Se volverán a conquistar dijo Carnicero, que se notó ágil y dio algunos pasos con cierta ligereza relativa . Adiós, mis queridos amigos. Hasta mañana. Hasta mañana.

Palabra del Dia

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