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La visita había sido inevitable porque el criado no dijo el nombre del marqués, se había hecho en presencia de la niñera y sólo por el temor de aumentar su desazón había aplazado darle conocimiento hasta verle más tranquilo. Tristán se rindió en el fondo a estas verdades, pero no en la apariencia.

Ya no es el ceremonioso coronel que besaba manos viejas y nobles en los salones de juego y asistía como inevitable comensal á los almuerzos de todas las familias linajudas de paso en el Hotel de París. Nada recuerda en su persona los levitones forrados de terciopelo, los sombreros de seda blanca y demás esplendores de su elegancia original.

Así lo hicieron, temiendo verse descubiertos y aniquilados de un momento á otro, cosa que pareció inevitable cuando á eso de mediodía vieron subir por el sendero del valle á un apuesto caballero, ligeramente armado, que montaba un caballo blanco y llevaba posado sobre el puño izquierdo un halcón.

El licor que en lo sucesivo se llevaría á los labios, tendría que ser seguramente rico, delicioso, vivificante y en pulido vaso de oro; ó de otro modo produciría una languidez inevitable y tediosa, viniendo después de las heces de amargura que hasta entonces había apurado á manera de cordial de intensa potencia. Perla estaba ataviada alegremente.

Te escribo solamente para cerciorarme de que esta angelical criatura sigue siendo el encanto de tu vida. Si no fuese así, dímelo y buscaremos un medio de que pase a mi poder. Te supongo enterada del paso que voy a dar. No quiero decirte nada. Era inevitable más tarde o más temprano.

Sentado á un lado de la cocina, limpiándose el sudor que corría en abundancia por su frente, y mirando con cierta vanidad inevitable á pesar de la situación, su magnífica merienda, perfectamente arreglada, estaba el cocinero mayor.

Y desde el momento que una explicación era inevitable, pensó acertadamente la señora de Aymaret que sería más decoroso y menos arriesgado hacerla ella misma a la interesada, descartando por ese medio a Pierrepont.

Nunca podré quererte... ¿Qué has hecho, Ulises? ¿qué has hecho para que te tenga horror?... Cuando estoy sola, lloro; mi tristeza es inmensa, pero admito mi desgracia con resignación, como una cosa lejana que fué inevitable... Así que oigo tus pasos y te veo entrar, resucita la verdad.

Es un espectáculo tierno y conmovedor el que presenta una joven honesta, que ha llegado a una época de la vida mundana, casi inevitable, luchando en su agonía, y expuesta a caer de un momento a otro, de un exceso de idealismo, a un exceso de realidades. A más de los filósofos, hay siempre un buen número de curiosos dispuestos a seguir con interés está especie de pequeños dramas.