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Actualizado: 17 de julio de 2025


Allen se había hecho amigo de la criada y de las gentes de la vecindad; yo escuchaba, sin muestras de impaciencia, la séptima, la octava y la novena vez la relación de las aventuras de Sandow, y Uguarte, después de hacer como que trabajaba en el jardín, se tendía en la cama, y allí estaba maldiciendo de su suerte. Yo comenzaba a sentir una amistad fraternal por Ana Sandow.

A alguien iban a tocar. Y como los adversarios permanecieran callados y era visible la impaciencia de los demás, Maltrana dio por fracasada su elocuencia. «Sea lo que el destino quiera...» Se quitó el sombrero con solemnidad teatral; inclinó la cabeza como si por delante de él pasase la fatalidad. Saludo a dos caballeros que van a morir.

Herminia no echó de ver con qué pérfida habilidad habían sido escogidos los términos de esta carta para herir á Mauricio, á quien se trataba como un niño por la que tan duramente acababa de hacerle sentir su autoridad. La joven no vió más que la llamada á su marido y esto bastó. Cogió una pluma y al pie de la carta escribió. "Ven, mi querido Mauricio, te espero con mucha impaciencia.

Por fin le vi aparecer y calmose mi febril impaciencia con su llegada.

Y en cada una de estas escapatorias se espaciaba más de la cuenta, y Araceli no podía reprimir su impaciencia y daba con el piececito en el suelo y clavaba miradas iracundas en los interlocutores, y al fin se veía necesitada a acercarse ella también y, como los toreros, echarle de nuevo el capote y sacarle del sitio con una larga que no siempre daba resultados.

Fernando no pudo contener su impaciencia. «Pero ¿qué era lo de anoche?...» Maltrana sonrió, como si recordase algo, y dijo, remedando a su amigo, con entonación dramática: Soy un miserable... Un miserable que siente asco de mismo.

Mi alma era presa de un extraño sentimiento de amargura y de vergüenza. Me parecía que debía levantarme y huir para no volver a encontrar la mirada de esos ojos que había esperado, sin embargo, con tan loca impaciencia. Luego me representé lo que podía ocurrir en ese momento en la casa.

La calma de los mayorales y zagales contrasta singularmente con la prisa y la impaciencia que se nota en las menores acciones de los viajeros; pero es de advertir que éstos, al ponerse en camino, alteran el orden de su vida para hacer una cosa extraordinaria; y mayoral y el zagal por el contrario hacen lo de todos los días.

El mirar penetrante de sus ojos parecía, al fijarse en las cosas, querer arrancarlas la enseñanza que de ellas brota; nunca se le cansaba la boca de preguntas, ni los oídos de respuestas: en cambio, la impaciencia que demostraba para interrogar se le trocaba en calma para oír.

Todo estaba aún sin arreglar, el gabinete como una leonera, la alcoba lo mismo... Cuando Refugio acabó de tomar su café y Celestina empezaba a poner algún orden en el gabinete, Rosalía, no pudiendo refrenar su impaciencia, cerró con estrepito el abanico... «Debe de ser muy tarde. Las tres menos cuarto quizás».

Palabra del Dia

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