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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Mi cautiverio he tenido, Señor, por bien empleado, Sólo por ver humillado Hombre a quien nadie ha vencido. Yo iba a ver mi labor Y alejéme, sin pensallo, Donde me llevó el caballo Y a él le llevó el furor. NARV. Pues ¿en qué ibas divertido? ARR. En un largo pensamiento Con que a veces mar y viento, Cielo, fuego y tierra mido.
Mírame a mí, que no hago más que lo que me manda el Padre Nones, y he perdonado a la Pepa, a la Matilde, que me quiso envenenar, y a doña Malvina la protestanta y a todo el género mundano... ¡re...! Párate boca que ya ibas a soltarlo... Pues sí, perdonar; créetelo porque yo te lo digo. ¿Ves qué tranquila estoy?
Es preciso comer, niña querida, para ponerte en estado de soportar la prueba ... Pero, tía mía, ¿qué prueba? preguntó Herminia con irritación. ¡Paciencia, hija mía; ya lo sabrás todo! Entonces comprenderás la infamia de que ibas á ser víctima y yo contigo ... ¡Una infamia!... ¡De Mauricio, es imposible! No era él el culpable ... Pero el abominable mentor que le dirige!
Aquella noche ibas tú al Real. Yo fui también; pero te juro que en mi vida he sentido, como en aquella noche, la tristeza agarrada a mi alma. Tú no te acordarás... No sabías nada. Y... Y nada más.
De tarde en tarde nos escribíamos mi hermano y yo, y de este modo supo él mis venturas y desventuras, y yo tu nacimiento y el de tu hermana, el casamiento de ésta después con un americano rico que se la llevó a su tierra, la muerte de tu madre y los rumbos que tomabas con los libros de las aulas, según ibas esponjándote y haciéndote hombre.
Aqui sacan al Cautivo que se huyó, y le cogieron, y sacanle con una cadena. Mi zara fugir. Dónde ibas, di, cristiano? Procuraba Llegarme á Oran, si el cielo lo quisiera. Dónde cautivaste? En el Almadraba. Tu amo? Ya murió, que no debiera, Pues me ha dexado en poder De una tan braba muger, Que no la iguala una fiera. Español eres? En Malaga nacido.
Lo empujé cariñosamente. Acuéstate un momento... estás mal. Vezzera se recostó en mi cama y cruzó sus dos manos sobre la frente. Pasó un largo rato en silencio. De pronto me llegó su voz, lenta: ¿Sabes lo que te iba a decir?... Que no querías que María se enamorara de ti... Por eso no ibas. ¡Qué estúpido! me sonreí. Sí, estúpido! ¡Todo, todo lo que quieras! Quedamos mudos otra vez.
Pepe Castro se volvió estupefacto. Por las pálidas mejillas del marqués rodaban algunas lágrimas de enternecimiento. Hizo un mohín de lástima y siguió arreglándose los bigotes. Al cabo de unos momentos de silencio, dijo: Dispensa, chico. No tengo esas dos mil pesetas; pero aunque las tuviera puedes estar seguro de que me guardaría de dártelas si las ibas a emplear como dices.
Tengo deseos de correr a cuatro patas. Quisiera ser toro y que tú te pusieras delante de mí, estoque en mano. ¡Flojas cornadas ibas a llevarte! ¡Aquí... aquí! Y con los puños cerrados, a los que comunicaba su nerviosidad una nueva fuerza, marcaba terribles golpes en el busto del torero, cubierto sólo con una elástica de seda.
Pero durase más o durase menos, bien podría suceder que... hubiera nacido algún chiquillo». Esta era la palabra difícil de pronunciar, ¡chiquillo!, Jacinta no se atrevía, y aunque intentó sustituirla con familia, sucesión, tampoco salía. No, no era nada. Tú has dicho que me ibas a preguntar no sé qué. Era una tontería; no hagas caso.
Palabra del Dia
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