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Actualizado: 19 de julio de 2025


No conozco a miss Maud Watkinson dijo María Teresa, tratando de encubrir bajo un aire de gran indiferencia la sorpresa que le causaban las palabras de Diana. Hace cuatro meses que vivo reclusa... Pero dime, a propósito de esto, ¿la Condesa de Husson no acaba de estar muy enferma en Valremont adonde había ido a pasar unos días?

Por el contrario, usted me decía: «Haremos gran vida; recibiremos mucho, saldremos más, aprovecharemos los yates de nuestros amigos, y, si heredamos a la Condesa de Husson, tendremos caballos de carrera. ¡Un stud! Este es mi sueño.» ¡Ay! ¡pero no es el mío! Cada vez pienso y me convenzo más de la imposibilidad de ligarme a una existencia semejante.

Supongo que habría venido, en vez de ir a las carreras de Ascot; Bertrán lo encontró allí... Huberto manejaba un mail lleno de señoras muy chic, y en el que todo el mundo, incluso él, parecía divertirse extraordinariamente; Bertrán pudo reconocer a miss Maud Watkinson, ¿sabes? esa americana tan rica de quien se ha hablado tanto este invierno y que anda por todas partes con la Condesa de Husson.

Si el proyecto de la Condesa de Husson marcha bien, he aquí algo que compensará mis pérdidas en Ascot pensó juiciosamente. Este rubí sentará deliciosamente en la mano de miss Maud. Haré rehacer el engaste con algunos brillantes; un anillo más relumbrante se armonizará mejor con su género de belleza.

»Espero que ya estará completamente tranquilo por la salud de su amiga, la señora Husson, que tantas inquietudes le causó. ¡Qué buena idea ha tenido para restablecerse, de hacerse acompañar por usted a Ascot, en los días de carreras!» Y la carta terminaba con un correcto y trivial adiós. Cuando terminó la lectura, Huberto se sintió algo indignado.

¿Hasta cuándo conseguiría ocultar al joven el lugar, cada día más grande, que ocupaba en su pensamiento? En cuanto a Huberto, su ausencia se prolongaba. Habiendo sabido la mejoría sobrevenida en el estado del señor Aubry, «la aprovechabahabía escrito, «para quedarse en Valremont al lado de la señora Husson que quería retener a sus amigos

Pero esta vez tengo que hacer caso, porque la Condesa Husson misma, me pide que no demore más. Los Husson son buenos y antiguos amigos de mi familia. Se caza en su propiedad de Valremont; no tiene hijos y me considera como si yo lo fuera. Soy yo quien se ocupa allá de organizar la cacería. Estoy, pues, absolutamente forzado a abandonar a Etretat para preparar la apertura de la caza.

Puesto que los acontecimientos se imponían, él no tenía más que inclinarse. Los rayos de sol que brillaban sobre la bandeja de plata, atrajeron sus miradas. ¿Otra carta? dijo, tomando un sobre. ¡Ah! es de la señora de Husson. Y leyó: «Amigo mío: »Esta noche comeremos en Armonville. He resuelto hacer locuras; en seguida iremos a la fiesta de Neuilly.

Cuento contigo y con dos o tres amigos más, para que nos acompañen. Es una fantasía de mi amable niña Watkinson. No dejes de ser exacto. A Armonville, esta noche, a las ocho. Tu vieja amiga Matilde HussonLa señora de Husson, segura de la aprobación de la señora Martholl, no ocultaba sus proyectos. Había mirado siempre con malos ojos el casamiento de Huberto con la señorita Aubry.

¡ sueñas, mi pobre María Teresa! ¿Enferma en Valremont la Condesa de Husson? Es imposible; no ha cesado de mostrarse en todos lados: en el Bosque, en la Opera los viernes, en las quincenas de la Marquesa de Beaufort, en el garden-party de la Embajada de Inglaterra, en la fiesta de los Drags en Auteuil... y ¡qué yo!

Palabra del Dia

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