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Actualizado: 18 de mayo de 2025
»Tan grande era el terror que experimentaba al ver acercarse la tempestad, que no acertaba a pronunciar una palabra. Para colmo de humillación, Teobaldo, que acababa de llegar, entró en el salón. Mi tío le informó de lo que se trataba. »Hela aquí dijo, tomando la carta, que Carlos tenía en la mano; he aquí la discípula de usted, que nos va a leer su traducción.
Piensa, hija mía me dijo, cuando fui a cumplimentarla por el año nuevo, piensa que tendrás 26 años en septiembre próximo... Es horrible. ¿Por qué?... ¿tendré que matarme para no llegar a esta época nefasta?... Confieso que quiero conservar la cabeza y... No digas tonterías, Magdalena, ya me comprendes.... Tener 26 años y no estar casada, es humillante. Pues yo no siento semejante humillación.
Cuando un mensajero enviado de Villoria anunció á Nolo la humillación que los mozos de Lorío habían infligido á su primo, en el primer momento se resistió á creerlo. Rendido, sin embargo, á la evidencia, fué acometido de un furor insano que puso en huida al zagal que le trajo la noticia.
El arcángel gobierna entonces, siendo mirado como el verdadero soberano, y lo hace con tanta justicia y con tanta sabiduría, que se atribuye á milagro tan radical mudanza; las pretensiones del Rey al trono, estando tan desfigurado, sirven sólo de objeto de burlas; pero su enseñanza en la escuela de la humillación y de la desdicha es tan completa, que, después de las pruebas á que lo sujeta su divino representante, lo declara digno de ocupar de nuevo el trono.
Eres hombre, y hombre cabal. Deja que esa humillación pase por debajo de tu orgullo, y no le fundes en hechos de que no eres responsable. Pero estaba profundamente abatido Salvador. En vano trataba de luchar contra la pesadumbre de aquella sorpresa que casi destruía su personalidad de un solo golpe inesperado.
Había en mí muchas disparidades, mi condición de estudiante estaba en ridículo desacuerdo con mis disposiciones morales, evitaba como una nueva humillación todo hecho que pudiera recordarnos a los dos aquellos contrastes. Desde hacía algún tiempo mi susceptibilidad, en punto a ellos, se había hecho vivísima.
La dejé desahogarse, como solía hacer en estos casos, y a los pocos momentos ella misma volvió sobre sí, sin costarme palabra alguna, aplacando su enojo y suavizando bastante la aspereza de sus conceptos. Cuando, al fin, le dije: Hay que considerar que es tu madre, y con una madre no hay humillación posible.
Apesar de esto salió del café taciturno y sombrío; aquello de que Miguel hubiese pagado siendo él quien le invitara, parecíale el colmo de la humillación. Todavía cuando iba en dirección a la puerta cruzando por entre las mesas, se volvió dos o tres veces para lanzar una mirada de desafío al mozo, que ya estaba sirviendo a otros parroquianos sin hacer caso.
Comprendiendo que no había de hacer caso a la doncella, yo misma le hablé por el ventanillo. «¿Es verdad que te vas con ese? me preguntó ¿sabes que me pones en un ridículo espantoso?» Le contesté que era verdad, que no volviera a acordarse de mí, pero que para él no había humillación porque las traiciones y las infidelidades de una mujer como yo no deshonran a nadie. Se puso frenético.
Facundo pasa sin mirarlos; síguenle a la distancia, turbados, mirándose unos a otros en la común humillación, hasta que llegan al centro de un potrero de alfalfa, alojamiento que el general pastor, este hicso moderno, prefiere a los adornados edificios de la ciudad.
Palabra del Dia
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