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Sólo entramos en fuego cuarenta mil hombres, y merced a las hábiles disposiciones del gran tirano, derrotamos a noventa mil aliados, matándoles o ahogando quince mil, cogiendo veinte mil prisioneros y ciento veinte cañones. ¿No había motivo para que nos volviéramos locos con nuestro jefe? ¡Ah, muchachos, si hubierais estado allí cuando recorrió el campo de batalla mandando recoger los heridos!

Eso es lo que dices, pero lo que es á , ver y creer. Venga el zurrón. No lo esperéis. ¡Por los clavos de Cristo! ¿No sabes, rapaz, que puedo descuartizarte en un santiamén? Dado os hubiera las pocas monedas que poseo si me hubiérais pedido en nombre de la caridad. Pero amenazáis como un bandido y sabré defenderme.

Caballero replicole el doctor, con cierto dejo de ironía, si tal prevención sentís contra las operaciones, hubierais debido llamar a un médico homeópata en vez de hacer venir a un cirujano. No os burléis de , doctor. No he sabido reprimirme ante la idea de la operación india. Los indios son salvajes y tienen una cirugía digna de ellos. ¿No habéis hablado también de un sistema italiano?

Esta será sin duda la causa de la volubilidad que se nota en hombres de genio reconocido; hoy ensalzan lo que mañana maldicen; hoy es para ellos un dogma inconcuso, lo que mañana es miserable preocupacion. En una misma obra se contradicen tal vez de una manera chocante, y os conducen á consecuencias que jamas hubierais sospechado fueran conciliables con sus principios.

Godfrey, si me hubierais dicho esto hace seis años, hubiéramos podido cumplir en parte nuestro deber para con la niña. ¿Creéis que me hubiera negado a recibirla, sabiendo que era nuestra hija? En aquel momento Godfrey sintió toda la amargura de un error que no había sido solamente inútil, sino que había fallado su propio objeto.

Y el rey, su majestad, como si hubiérais hecho grandes merecimientos, como si en vez de disminuir en una cuarta parte la población del reino la hubiérais aumentado y enriquecido, os da trescientos mil ducados para vos y para vuestro hijo el duque de Uceda, y ciento cincuenta mil á vuestra hija y á su noble esposo el conde de Lemos.

Dadme, pues, papel, no lloréis, que tragos de hiel son para vuestras lágrimas, y si me provocáis á beberlas, matáranme, porque olvidaré mi propósito y todo se llevará el diablo y no hay para qué tanto. ¡Pluguiera á Dios que nunca hubiérais venido! dijo la de Lemos levantándose y sacando papel de un cajón.

Procuradlo... y no dejéis de avisarme... de lo más mínimo que descubráis acerca de esos amores. ¡Oh, Dios mio! ¡Quién pudiera creerlo!... ¡quién pudiera siquiera sospecharlo!... ¡la reina!... Es en verdad muy extraño... pero ello en fin... y yo he podido equivocarme. ¡Oh! ¡si os hubiérais equivocado!

Y si hubierais podido seguir teniendo confianza no hubierais huido de vuestros semejantes, maese Marner, y no hubierais sido abandonado hasta este punto. ¡Ah, pero, sin embargo, eso hubiera sido difícil! dijo Silas con voz baja ; hubiera sido difícil tener confianza entonces.

Nada más sencillo; no quedan ni pruebas ni testigos, y aunque le hubierais revelado el secreto, bastará decirle que miente descaradamente. El intendente exhaló un profundo suspiro, pero no dijo nada. Después de unos instantes de silencio, la señora de Bruinsteen murmuró: ¡Qué aventura tan sorprendente!