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Tenía más entendimiento que su hermana; vestía con esa sencillez airosa de las mujeres extranjeras que se ganan la vida en un mostrador de tienda elegante, o llevando la contabilidad de un restaurant. Su traje era siempre de un solo color, sin combinaciones, de un corte severo y como expeditivo, traje de mujer joven que sale sola a la calle y trabaja honradamente. Expliquemos esto.

A cualquiera se le ocurre, por último, la idea de que una mujer sana y joven, de veinticinco o veintiséis años, educada con esmero, debe de tener alguna habilidad, saber algo, disponer de algún medio, industria o recurso para ganarse honradamente la vida. Puede ser aya, maestra o acompañanta de señoritas ricas. Puede enseñar música, francés, inglés, labores de manos y hasta primeras letras.

Cuando tuve edad para meterme de cabeza en los negocios por cuenta propia, con objeto de ganar honradamente algunos cuartos, recuerdo que lucí mi travesura en el muelle, sirviendo de a los muchos ingleses que entonces como ahora nos visitaban.

El conflicto se le presentó entonces bajo la forma de un dilema inflexible. Romper con el pasado, o borrar de su porvenir la esperanza. Confesar el error franca y honradamente, o seguir siendo sacerdote de un ideal en que ya no creía.

Por lo pronto, no era verosímil que el francés adelantase todo el dinero que se necesitaba para pagar la deuda de Bellido y montar por lo grande la zapatería. Pero, aun cuando el señor Colignon lo ofreciese, él no lo aceptaba, porque sabía de antemano que era dinero perdido. Confesábase a propio, honradamente, no haber nacido para gobernar un negocio.

Hay algo que el celibato no perjudicará ni disminuirá, y es vuestra propia personalidad, o, más sencillamente, las probabilidades de gozar honradamente de la vida que os ofrecen vuestro corazón, vuestra inteligencia y hasta vuestras facultades físicas, desarrolladas con cuidado. El celibato no es, en suma, más que una desgracia negativa, la falta de una añadidura.

O sea por el foso ó por la muerte De abrir tenemos paso á nuestra vida; Que es dolor insufrible el de la muerte, Si llega quando mas vive la vida; Remedio á las miserias es la muerte, Si se acrecientan ellas con la vida, Y suele tanto mas ser excelente, Quanto se muere mas honradamente.

Si no hay cosa mejor que ganarse el pan honradamente, por sus cabales, con tesón, sin impaciencias ni desfallecimientos, que así se va lejos, y de golpe y porrazo no puede hacerse nada bueno. Quilito volvió a reírse. Mire usted, tía, no de otra manera se hacen fortunas en Buenos Aires; ahí tiene a fulano, a zutano y a mengano: ¿dónde se han hecho ricos? ¿detrás de un mostrador? No, en la Bolsa.

BENITO. Señora autora, aquí no os ha de pagar ninguna Antona, ni ningún Antoño; el señor regidor Juan #Tostado# os pagará más que honradamente, y si no el Concejo. ¡Bien conocéis el lugar por cierto! Aquí, hermana, no aguardamos a que ninguna Antona pague por nosotros. CAPACHO. ¡Pecador de , señor Benito Repollo, y qué lejos da del blanco!

La cárcel, residencia frecuente de su señor padre, le había enseñado, como por ensayos repetidos, la triste vida de la orfandad; y cuando al fin el autor de sus días salió de casa para no volver, porque en una ocasión, al recobrar la libertad, en vez del hogar, encontró la muerte en una misteriosa aventura, allá en la Huerta, el pobre Minguillo, que así le llamaban los demás pillastres de su barrio, al quedarse en el mundo solo, pues su madre había muerto al darle a luz, tenía un aprendizaje anulado que le sirvió no poco, de mala suerte, apuros, desvalimiento; y venía a ser a los doce años todo un hombre, y casi casi todo un pícaro, por los recursos de su ingenio, el ahínco de su trabajo, cuando tocaban a trabajar honradamente, y las tretas de su industria, la fuerza de cinismo, el vigor de los músculos y el desprecio de todas las leyes y cortapisas morales y jurídicas, que, en su opinión, se habían hecho para los ricos; porque los pobres no podían con ellas, bajo pena de matarse de hambre, que era el mayor crimen.