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Esa estela la abrió en el Océano de la historia el intrépido marino Hernando de Magallanes.

Sabido es que Pizarro tuvo en doña Angelina, hija de Atahualpa, un niño a quien se bautizó con el nombre de Francisco, el que murió antes de cumplir quince años. En doña Inés Huaylas o Yupanqui, hija de Manco-Capac, tuvo una niña, doña Francisca, la cual casó en España en primeras nupcias con su tío Hernando, y después con don Pedro Arias.

La presencia de Hernando de Magallanes y la oferta hecha á Castilla de descubrir por ella y para ella nuevas y ricas tierras al Occidente, siguiendo un nuevo rumbo hasta el entonces conocido por los navegantes, originó oposición por parte de la corte de Portugal, procurando el entonces embajador de dicho reino, D. Alvaro de Acosta, entorpecer la empresa que ya se proyectaba.

Fué el caso que habiendo habido una pestecilla en dicho pueblo el año de 1722, se huyeron de miedo por Agosto de aquel año dos parcialidades de gente nueva, no de los Chiquitos, la una no había vuelto tan presto, la otra se encontró con una nación de infieles, á quienes persuadieron se hiciesen cristianos, lo que lograron felizmente, pues luego se redujeron muchos, y volvieron con los fugitivos al pueblo las ochenta familias ya dichas, en que había trescientas almas, y entre ellas un indio, que hecho cautivo por unos Mamalucos que capitaneaba Hernando de Armenta, portugués, se escapó de entre ellos, después de quince años de cautiverio, y vino muy contento.

Hizo prevenir una nave el Adalantado, con 80 soldados, de que nombró por capitan á Hernando de Rivera, mandándole subiese por el rio Paraguay, buscando la nacion de los indios Xarayes, y que entrase la tierra adentro, dos dias y no mas, y volviese á darle cuenta de la provincia, y sus indios.

Catalán era Cosme, ejercía el oficio de sastre en la calle de los Fundidores, hoy de Hernando Colón, y estaba casado con Manuela Tablante, hermosa hembra, la cual gustó más que de su marido de un robusto mozo llamado José Márquez, oficial que en la tienda estaba, y como ambos eran jóvenes y de sangre inquieta, no tardaron en entenderse muy á su sabor y sin que nada llegase á sospechar el buen alfayate de lo que pasaba en su misma casa.

Por la cual vos damos licencia y facultad para que, por tiempo y espacio de diez años, cumplidos primeros siguientes, que corran y se cuenten desde el día de la fecha de esta nuestra cédula en adelante, vos, o la persona que para ello vuestro poder hobiere, y no otra alguna, podáis imprimir y vender el dicho libro que desuso se hace mención; y por la presente damos licencia y facultad a cualquier impresor de nuestros reinos que nombráredes para que durante el dicho tiempo le pueda imprimir por el original que en el nuestro Consejo se vio, que va rubricado y firmado al fin de Hernando de Vallejo, nuestro escribano de Cámara, y uno de los que en él residen, con que antes y primero que se venda lo traigáis ante ellos, juntamente con el dicho original, para que se vea si la dicha impresión está conforme a él, o traigáis fe en pública forma cómo, por corretor por nos nombrado, se vio y corrigió la dicha impresión por el dicho original, y más al dicho impresor que ansí imprimiere el dicho libro no imprima el principio y primer pliego dél, ni entregue más de un solo libro con el original al autor y persona a cuya costa lo imprimiere, ni a otra alguna, para efecto de la dicha correción y tasa, hasta que antes y primero el dicho libro esté corregido y tasado por los del nuestro Consejo, y estando hecho, y no de otra manera, pueda imprimir el dicho principio y primer pliego, en el cual imediatamente ponga esta nuestra licencia y la aprobación, tasa y erratas, ni lo podáis vender ni vendáis vos ni otra persona alguna, hasta que esté el dicho libro en la forma susodicha, so pena de caer e incurrir en las penas contenidas en la dicha premática y leyes de nuestros reinos que sobre ello disponen; y más, que durante el dicho tiempo persona alguna sin vuestra licencia no le pueda imprimir ni vender, so pena que el que lo imprimiere y vendiere haya perdido y pierda cualesquiera libros, moldes y aparejos que dél tuviere, y más incurra en pena de cincuenta mil maravedís por cada vez que lo contrario hiciere, de la cual dicha pena sea la tercia parte para nuestra Cámara, y la otra tercia parte para el juez que lo sentenciare, y la otra tercia parte par el que lo denunciare; y más a los del nuestro Consejo, presidentes, oidores de las nuestras Audiencias, alcaldes, alguaciles de la nuestra Casa y Corte y Chancillerías, y a otras cualesquiera justicias de todas las ciudades, villas y lugares de los nuestros reinos y señoríos, y a cada uno en su juridición, ansí a los que agora son como a los que serán de aquí adelante, que vos guarden y cumplan esta nuestra cédula y merced, que ansí vos hacemos, y contra ella no vayan ni pasen en manera alguna, so pena de la nuestra merced y de diez mil maravedís para la nuestra Cámara.

Es esta cosa allá tan conocida, Que el zapatero vil y el calcetero Se iguala con el noble caballero. Preguntó un caballero Trugillano, Llamado Luis de Chaves, ceceoso, A Hernando Pizarro, cuyo hermano Vencido fué de Gasca, el gran mañoso: Que si all

Lope de Vega, en el acto II de El Caballero del milagro: «TRISTÁN. ¡Cosa es de ver la vida deste mozo! ¡Qué ricamente viste, y cómo gasta! ¿Cómo juega tan pródigo y reparte lo que tiene entre todos sus amigos, sin que le conozcan en su tierra dos florines de renta o patrimonio? Cito por la edición de Sevilla, Hernando Díaz, 1569, la más antigua de las tres de que poseo ejemplares.

Siguieron el ejemplo de Agatocles en Africa, y le dieron á Hernando Cortés en el nuevo mundo, entreambos celebrados en la memoria de los hombres por los mas ilustres que el valor humano pudo emprender. Agatocles Rey de Sicilia pasó con una armada á la Africa contra los Cartagineses.