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Actualizado: 23 de junio de 2025


Señorita Helouin, es tiempo de poner fin á esta escena, porque ya raya en melodrama. Me ha hecho usted una buena jugada para prevenirme sobre el terreno de la delación y de la calumnia; pero puede descender á él en plena seguridad, pues le doy mi palabra de no imitarla. Después de esto, soy su servidor.

¡Vamos! veo, señor dijo con una singular expresión de ironía, que ama usted lo bello, lo que habla á la imaginación y al alma, la naturaleza, la verdura, los matorrales, las piedras y las bellas artes. Se entenderá usted maravillosamente con la señorita Helouin, que adora igualmente todas esas cosas, las que para no tienen mérito alguno.

¿Por qué?... dijo Alain moviendo la cabeza con aire pensativo. 25 de julio. En el mes que acaba de pasar, he ganado una amiga y me he hecho, según creo, dos enemigas. Las enemigas son la señorita Margarita y la señorita Helouin. La amiga, es una señorita de ochenta y ocho años. Temo que no haya compensación en el cambio.

Una noche de la última semana, tomábamos el fresco en la azotea; la señorita Helouin á quien en aquel día había precisamente tenido ocasión de prestar algunas atenciones particulares, tomó ligeramente mi brazo y al mismo tiempo que mordía con sus pequeños y blancos dientes un ramito de azahares: Es usted muy bueno, señor Máximo me dijo con voz un poco conmovida... Trato de serlo al menos.

Eran la señorita Margarita, apoyada en el brazo del señor de Bevallan, la señorita Helouin y la señora Aubry seguidas de Alain y Mervyn. El ruido que hacían al aproximarse, había sido apagado por el ruido de las cascadas; sólo estaban á dos pasos de , no tuve tiempo para retirarme, fué preciso que me resignara al desagrado de verme sorprendido en mi actitud de pensador melancólico.

La señorita Helouin, más competente que yo en materias de poesía, ha debido decirle que los bosquecillos que cubren este país en veinte leguas á la redonda, son los restos de la antigua selva de Brocélyande donde cazaban los antepasados de su amiga la señorita de Porhoet, soberanos de Gaél, y donde el abuelo de Mervyn, que ve usted ahí, fué encantado, á pesar de ser él mismo encantador, por una señorita llamada Bibiana.

Desde los primeros tiempos de mi morada en el castillo, una especie de conformidad entre la situación de la maestra y la del intendente, la modestia común de nuestro estado en la casa, me indujeron á entablar con la señorita Helouin las relaciones de una benevolencia afectuosa.

Entretanto, si tenía la firme determinación de dejar el campo libre á la señorita Helouin y de no entrar por ningún precio en las recriminaciones de una lucha degradante, no podía contemplar sin inquietud las consecuencias probables de la guerra desleal que acababa de declararme. Estaba evidentemente amenazado en lo que tengo de más sensible, en mi amor y en mi honor.

Aunque haya sospechado siempre que la organización mejor dotada, debe irritarse y torcerse, en proporción á sus dones, encontrándose en la situación equívoca y mortificante, que ocupa la señorita Helouin, nunca mi imaginación hubiera podido sondear hasta el fondo, el abismo lleno de hiel que acaba de abrirse ante mis ojos.

Dueña del secreto de mi vida, y del secreto de mi corazón, mezclando, con la pérfida habilidad de su sexo, la verdad y la mentira, la señorita Helouin podía fácilmente presentar mi conducta bajo un aspecto sospechoso, volver contra hasta las precauciones y los escrúpulos de mi delicadeza, y presentar mis acciones más inocentes bajo el color de una intriga meditada.

Palabra del Dia

rigoleto

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