Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 24 de julio de 2025


Ha redactado usted un acta de adopción, señor Hardoin; no tiene usted más que cambiar una palabra. Yo dejaré a mi hijo mi nombre y mi fortuna. Esta vez fue Liette quien palideció.

La segunda noticia hará pasar la primera y nos ahorraremos una escena penosa. Sin embargo... si la señora de Candore se negase... Nada es posible contra los hechos consumados. ¿No eres mi mujer? El otro día al notario señor Hardoin afirmar que un matrimonio hecho en el extranjero en esas condiciones, es nulo...

Raúl le interrumpió con mucha sequedad: Basta, señor Hardoin, de lo que se trata. No creo. Y me va usted a permitir que le diga que su papel en este negocio me parece un poco inoportuno. No es propio de un notario desfacer entuertos y representar a Don Quijote... Y dio un paso hacia la puerta. El notario extendió la mano con autoridad.

Liette aprobaba sin desfallecer el casamiento de Raúl y se hubiera avergonzado de una traición. Ciertas palabras indiscretas del señor Hardoin le habían confirmado la situación de Blanca y los proyectos arraigados desde hacía mucho tiempo en la mente calculadora de la condesa. No hay gran señora para su notario decía Hardoin con su maliciosa bondad.

De modo que no es todavía esta vez cuando te llevo conmigo, tía Liette... ¡Cómo! mal muchacho, ¿quieres llevarte a mi vecina? Y el señor Hardoin que entraba le amenazaba alegremente con el dedo. , padrino, y a usted también si quiere. ¡Oh! si no dependiera más que de , daría con gusto la vuelta al mundo... ¿Dejar el despacho? ¿Usted? ¡Imposible!

La distracción de un viaje y el aire puro y vivificante del mar tendrían acaso un efecto saludable. La cosa presentaba numerosas dificultades, pero todos se emplearon en suprimirlas. El señor Hardoin, en relación con el director de Correos del departamento, obtuvo fácilmente una licencia de un mes. Neris, gran accionista de varias compañías, sacó un doble permiso de circulación gratuita.

Y con mano temblorosa, comenzaba una carta para desgarrarla en seguida. Si Carlos no sospechaba nada, un paso prematuro podía ser contraproducente. Más valía no precipitar nada y dejar hacer al señor Hardoin. Pero, ¿y si sabía algo? ¿Y si él tomaba la delantera mientras ellos andaban en esas dilaciones? ¿Y si daba un escándalo, provocaba un encuentro y ella lo sabía demasiado tarde? ¡Dios mío!

Primero, su padrino, el señor Hardoin, con sus anteojos de oro, sus patillas canosas y su grueso bastón de puño de marfil. Después el cura, panzudo y asmático, que le daba golpecitos en los carrillos al salir del catecismo y le felicitaba por sus progresos.

Al despedirse del conde, el notario Hardoin le dijo con bondad: Si tiene usted curiosidad de conocer la verdad sobre el capitán Raynal, señor conde, tómese el trabajo de ir el domingo a mi despacho; necesito justamente un testigo para un acta de adopción.

Cuando el señor Hardoin, que había acechado la salida del joven, aprovechó su ausencia para poner a su vecina al corriente de los hechos del día, Liette se quedó un instante pensativa y una sombra alteró la serenidad de su frente. Esto es lo que yo temía murmuró. Aseguro a usted, querida amiga, que aquello fue para usted la ocasión de un verdadero triunfo. No hubo ni una nota discordante.

Palabra del Dia

hilaban

Otros Mirando