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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Quedaron en la isla á buena cuenta Docientos y cincuenta, ó mas soldados, Casadas y doncellas hay cincuenta, Sujetas á miseria y tristes hados. En ver que Juan Ortiz de alli se ausenta, Algunos de temor estan turbados, Y su temor se dicen y publican, Que cruda muerte y hambre pronostican.

Luego, había que verle con qué religiosa pompa y taciturno talante, sentado detrás de la pista, limpiaba las espuelas del gallo con medio limón, para mundificarlas, por si estaban emponzoñadas, y las enjugaba después con el pañuelo, y, por último, depositaba levemente el gallo sobre el ruedo, como diciendo: alea jacta est, y ya no hay poderío terrenal que desvíe la voluntad de los hados.

En vez de afligirse de haber sido ella robada por Adherbal y enamorada luego de Salomón, y él de sus infidelidades con Chemed y con Guadé, dieron gracias a los propicios hados que de aquella manera y por tan ocultos caminos los habían salvado de un crimen feísimo, que tal le hubieran cometido si llegan a casarse.

Luego regresaba á media noche en un carruaje de alquiler, pagando á manos llenas al cochero asombrado. Otras veces, de pie ante la verja, rebuscaba en su portamonedas antes de reunir el precio de la carrera. Los hados habían mentido. Los augures de los cartoncitos estaban á aquellas horas tan limpios como él. Toledo mascullaba protestas.

En el día de hoy estoy ya desesperado. Reconozco que todo fue vana ilusión de mi orgullo. Ignoro si es culpa mía o de mis hados adversos.

Y esta energía suprema, con la que el genio norteamericano parece obtener hipnotizador audaz el adormecimiento y la sugestión de los hados, suele encontrarse aun en las particularidades que se nos presentan como excepcionales y divergentes de aquella civilización. Nadie negará que Edgard Poe es una individualidad anómala y rebelde dentro de su pueblo.

Sucedió, pues, que, yendo días y viniendo días, la niña Antonomasia llegó a edad de catorce años, con tan gran perfeción de hermosura, que no la pudo subir más de punto la naturaleza. ¡Pues digamos agora que la discreción era mocosa! Así era discreta como bella, y era la más bella del mundo, y lo es, si ya los hados invidiosos y las parcas endurecidas no la han cortado la estambre de la vida.

Iba Altisidora a proseguir en quejarse de don Quijote, cuando le dijo don Quijote: -Muchas veces os he dicho, señora, que a me pesa de que hayáis colocado en vuestros pensamientos, pues de los míos antes pueden ser agradecidos que remediados; yo nací para ser de Dulcinea del Toboso, y los hados, si los hubiera, me dedicaron para ella; y pensar que otra alguna hermosura ha de ocupar el lugar que en mi alma tiene es pensar lo imposible.

Representole quan pequeña gloria Era llevar de aquellos miserables El triunfo infausto, y la cruel vitoria. El dixo: si los hados inmudables No huvieran dado la fatal sentencia Destos en su ignorancia siempre estables. Una brizna no mas de tu presencia Que viera yo, bellisima señora, Fuera de mi rigor la resistencia.

Arrojase en la sepultura, y dice: Y quedate, Marquino, que los hados No me conceden mas hablar contigo, Y aunque mis dichos tengas por trocados, Al fin saldrá verdad lo que te digo. O tristes signos, signos desdichados, Si esto ha de suceder del pueblo, amigo, Primero que mirar tal desventura, Mi vida acabe en esta sepultura. Arrojase MARQUINO en la sepultura.

Palabra del Dia

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