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Yo puedo hablarles así porque, sin tener ni más inteligencia ni siquiera la ilustración de ustedes, he cultivado la voluntad y me he aplicado a practicar los preceptos que mil veces les he repetido, y que ustedes, con más caudal que yo, pueden hacer efectivos desde el momento en que se resuelvan.

La preponderancia adquirida por sus riquezas había hecho crecer este último defecto. A la mayor parte de las personas, aun a las damas, solía hablarles con una franqueza rayana en el cinismo y la desvergüenza; signos del desprecio que en realidad le inspiraban.

Todo esto para los labradores era hablarles en griego o en jerigonza, pero no para los estudiantes, que luego entendieron la flaqueza del celebro de don Quijote; pero, con todo eso, le miraban con admiración y con respecto, y uno dellos le dijo: -Si vuestra merced, señor caballero, no lleva camino determinado, como no le suelen llevar los que buscan las aventuras, vuesa merced se venga con nosotros: verá una de las mejores bodas y más ricas que hasta el día de hoy se habrán celebrado en la Mancha, ni en otras muchas leguas a la redonda.

Y el barón, por su gesto, constantemente desabrido, por lo bronco y recio de la voz y por la brusquedad con que acostumbraba a hablarles, era para las inocentes criaturas un verdadero ogro. Iba constantemente armado de un par de pistolas; el estoque de su bastón era un verdadero sable.

Las mujeres agarrábanse al cuello de los pequeños y lloraban, sin cesar de hablarles con la incoherencia de la emoción. ¡Hijo de tu madre... chiquito mío!... ¡Rico!...

Doña Fredes entonces hizo que Carlota y Mario se sentasen cerca de ella y comenzó a hablarles de su hijo menor con la misma gravedad solemne que empleaba para todo. Observábase, no obstante, cierta satisfacción y una alegría que les hizo colegir que Adolfo era su predilecto. Se mostró muy contenta de aquella amistad que les ligaba y esperaba que jamás se entibiaría.

Habíase tenido noticia en el pueblo de San Francisco Xavier de que había algo lejos de allí una parcialidad de Guarayos que hablan la lengua Guaraní, y se esperaba hacer en ellos mucho fruto, por lo cual el año de 1719 fueron de aquel pueblo indios Chiquitos á hablarles sobre su conversión, pero se volvieron sin fruto, porque llegando al paraje de dicha nación, donde tenía sus pueblecillos, ya se habían huído, sin quedar uno sólo; y aunque les siguieron los rastros por algunos días, los perdieron en un río muy caudaloso, en que se embarcaron sin saber para dónde.

La noche le envolvía con todas las asechanzas de una selva virgen, mientras brillaba ante sus ojos una gran ciudad coronada de diamantes eléctricos, esparciendo en la negrura del espacio un halo de incendio. Tres veces pasó junto á los carabineros solitarios, pero no quiso hablarles. «¡Adelante!

Si querían ver incomodadas a Felisa y Belén, no había más que hablarles de volver al mundo. ¡De buena se habían librado! Allí estaban tan ricamente, y no se acordaban de lo que dejaron atrás más que para compadecer a las infelices que aún seguían entre las uñas del demonio. No había en toda la casa, salvo las monjas, otras más rezonas. Si las dejaran, no saldrían de la capilla en todo el día.

Bernardo con su rigor inoportuno, y con tu debilidad, no servís para el caso... Yo hubiera sido un gran padre... A los chicos es menester tratarles con familiaridad, darles expansión, hablarles como amigos... y cuando llega el momento de ponerse serios, se les echa un terno redondo y se les dice: ¡c... chico, no hay más remedio que hacer esto!... ¡y se hace! ¡vaya si se hace!